Autor: Krasni Soldat (@daquilemarex)

Estimados compañeros de Cibcom,

El pasado 8 de abril apareció en su página el artículo ¿Automatizando el centro? Planificación óptima y la amenaza de la burocratización de Max Grünberg, texto que aborda algunos problemas relacionados con la experiencia de las economías planificadas socialistas y las tareas a resolver para futuras experiencias revolucionarias, desde el punto de vista de las técnicas de la planificación.

Al examinar el contenido del artículo me resultó evidente que existen varias imprecisiones y deslices que socavan seriamente el rigor teórico del texto, por lo que decidí señalarlos brevemente en un hilo en la red social X. Poco después de la publicación del hilo, ustedes tuvieron la amabilidad de contactarme y solicitarme que escriba esta carta a la redacción en la que no pretendo examinar al detalle los varios errores teóricos en los que el autor incurre al adoptar y entremezclar de modo ecléctico conceptos marxista-leninistas con nociones de la economía vulgar (por ejemplo, su definición de la economía como medio racional del uso de fines escasos), sino que me limitaré a ampliar las observaciones que ya hiciera en el hilo.

No obstante, antes de entrar en materia creo necesario realizar un primer señalamiento respecto de lo que sin duda es un desliz menor en la traducción al español. El texto afirma que Leonid Kantorovich formuló el primer algoritmo de optimización para la empresa Plywood Trust. Esto es inexacto: en su obra de 1939, el propio Kantorovich señala que quien solicitó la asesoría del Instituto de Matemática y Mecánica de la Universidad Estatal de Leningrado fue el laboratorio del Fanernogo Tresta,1 es decir, el Trust de Madera contrachapada, siendo necesario tomar en cuenta que en la Unión Soviética un «trust» era «la unión de algunas empresas estatales productivas, de transporte, comunales o de comercio en una organización económica con los derechos de una persona jurídica, que actúa en concordancia con los encargos planificados del órgano estatal dirigente».2 En otras palabras, un trust soviético era la unión de varias empresas, pero no un ente totalmente independiente como si lo es un trust capitalista.

Dejando esto de lado y al pasar a cuestiones más importantes, el artículo de Grünberg realiza un breve examen del sistema de planificación soviético como introducción a la discusión de ciertos aspectos técnico-metodológicos de la planificación socialista, siendo llamativa su caracterización de la experiencia soviética como una «planificación de mando» para lo cual cita la autoridad de investigadores como Ellman o Kornai. La definición de la economía soviética como un «sistema de comando-administrativo» fue introducida por Gavril Pópov en el artículo Desde el punto de vista de un economista en la revista Nauka i zhizn (N.º 04, 1987), Pópov no solo fue uno de los exaltados defensores del giro hacia la economía del mercado, también fue uno de los actores políticos más notables en el proceso contrarrevolucionario antisoviético, un abierto defensor de puntos de vista reaccionarios. Basta recordar su tristemente célebre declaración de 1991 en apoyo a Boris Yeltsin: «El pueblo tiene necesidad de los aristócratas [barin]. Él pueblo no podría trabajar por su cuenta. Alguien debe llegar y arrastrarlo a construir otra vida en lugar de esa que cesó de satisfacerle».3 La noción de sistema de comando-administrativo que Pópov puso de moda tiene su raíz en el debate económico soviético de los años 50-70 en el que los economistas se dividieron en dos tendencias contrapuestas: netovarniki (antimercantilistas) y rinochniki (mercantilistas). Si bien el punto de partida de esta divergencia fue la cuestión del rol de las relaciones mercantiles en el socialismo, con el tiempo las discrepancias se ahondaron y terminaron por abarcar aspectos como el método de la economía política, la determinación de la relación fundamental del socialismo y, en definitiva, la concepción misma de la naturaleza y perspectivas de la formación económico-social soviética, en los años de la Perestroika esta confrontación se agudizó cuando los rinochniki pasaron abiertamente a posiciones liberales (en su mayoría, marginalistas subjetivas).

Durante los debates previos a la reforma económica de 1965, los rinochniki afirmaron que era necesario pasar de los «métodos administrativos de dirección» a los métodos «económicos». Un ejemplo es un artículo de 1969 en el que Belkin e Ivanter argumentan que la única forma de combinar la centralización y la autonomía de las empresas de producción era sustituir las «indicaciones administrativas» por los «instrumentos económicos» en los que se incluían precios, tasas de producción, pagos de alquiler, intereses por crédito, etc., etc. Todos estos instrumentos constituirían en su conjunto las señales que de por sí, sin intervención alguna, dirigirían la actividad de la empresa para mejorar su labor con base en una única fuente de estímulo económico: la ganancia.4 En 1972, Nikolái Tzagolov uno de los más destacados representantes de la escuela económica antimercantilista (netovarniki) cuestionó la premisa de la supremacía de los métodos económicos sobre los métodos administrativos al señalar que «en la literatura [económica] se sobreentiende por métodos económicos los métodos de dirección bajo los cuales una u otra medida, adoptada por el órgano de dirección, resulta materialmente provechosa para el eslabón dirigido; por métodos administrativos se entienden las medidas de dirección económica que no apelan a los intereses materiales de los eslabones dirigidos». Tzagolov observa que «la diferencia entre métodos administrativos y métodos económicos se fundamenta en la premisa de una posible contradicción de intereses entre la sociedad y la empresa, la sociedad y los trabajadores aislados», siendo que los partidarios del paso total a los métodos económicos suponían que el único interés de los trabajadores (o del colectivo de trabajadores) es el interés individual o grupal y comprenden «por métodos económicos lo que es provechoso solo para la empresa o el trabajador aislado» y transforman esto «en factor determinante para la adopción de tal o cual solución». Tzagolov opinaba que tal contraposición entre métodos administrativos y económicos era propia del período de transición, pero la «particularidad de la producción socialista como producción inmediatamente social consiste en que la forma primicial de dirección se entronca directamente con los intereses materiales de la sociedad en su totalidad y sus actos no están en absoluto obligatoriamente vinculados con los intereses de los eslabones aislados de la producción, y en consecuencia, no están vinculados con el estímulo de tales o cuales eslabones de la producción» y es justamente este método que no apela directamente al interés individual el que «se corresponde a la naturaleza del socialismo». Mientras la contradicción entre el interés de la producción socialista en su integridad y las unidades productivas y trabajadores individuales no llegue a su solución, existirá una esfera de acción para los métodos económicos y otra para los métodos administrativos, en tanto pueda considerarse que una decisión tomada en interés de la producción social en su integridad al ser obligatoria para cada eslabón de la producción socialista es «administrativa», pero si esta decisión administrativa puede adoptarse tomando en cuenta los intereses de la empresa y los trabajadores, entonces no será solo administrativa, sino también económica y tal debe ser el objetivo final hasta llegar a la disolución de la diferencia entre unos y otros métodos de dirección.5

Los más y los menos de la economía socialista planificada

Conforme los rinochniki evolucionaron (o involucionaron) de la concepción que creía que la única forma de perfeccionar el socialismo era el paso total a los métodos económicos de dirección hacia un rechazo total del socialismo y a la apología abierta del capitalismo, la crítica de los métodos administrativos se transformó en la tesis de los llamados métodos de comando-administrativos. Un ejemplo de esto lo tenemos en un opúsculo de 1990 del economista Nikolái Petrákov que tiene el típico tono de una diatriba de agitación anticomunista: «Creo que los métodos de comando-administrativo y las formas de regulación de la vida económica que dominan por muchos años en nuestro país solo son la consecuencia lógica del tratamiento viciado del contenido sustancioso del propio concepto “dirección de la economía socialista”. En este año se cumple un lamentable aniversario: 60 años de la victoria final de la concepción estalinista de la dirección como sistema dirigido a fines que se contraponía a las leyes económicas en provecho de la ilusión creada de la realización de los métodos políticos y construcciones ideológicas artificiales. Fue entonces cuando se lanzó la tesis leniniana de la política como expresión concentrada de la economía. La primacía de las ambiciones y fetiches políticos se estableció “en serio y por un largo tiempo” […]. La concepción de la dirección como logro de los resultados políticos a pesar de la lógica económica y en los límites de las posibilidades económicas no podía realizarse por otros métodos salvo los de comando administrativo».6 De esta manera, la tesis de los métodos de comando-administrativo (o economía de comando-administrativo) posee desde sus orígenes un contenido socioclasista definido, ya que cuando se propuso por vez primera los rinochniki ya habían retrocedido desde la defensa de la utilización de la economía mercantil y su categorías como instrumentos de la construcción socialista a la vieja idea burguesa de que la economía mercantil («métodos económicos») eran la única forma de economía que se corresponde con la racionalidad.

Grünberg escribe lo siguiente sobre el sistema de planificación soviética: «las empresas estatales estaban sujetas a las instrucciones vinculantes de los burócratas de planificación y tenían poco margen de autodirección, ya que sus superiores dominaban tanto lo que debían producir como los materiales con los que debían alcanzar sus objetivos de producción, ya que los productores tampoco tenían mucha influencia a la hora de elegir a sus proveedores. Dirigida por gerentes nombrados por el partido, la organización interna del lugar de trabajo reflejaba la forma piramidal del aparato de planificación soviético. La democracia en el lugar de trabajo o en la economía en general era de facto inexistente». Aquí nuevamente el autor evidencia que su comprensión de la eficiencia económica y de la democracia se reduce a una reformulación de las tesis liberales, al parecer sin tener plena conciencia de las consecuencias de las exigencias supuestas en sus razonamientos, ya que pedir una economía planificada en la que las empresas puedan elegir libremente a los proveedores y lo que deben producir supone romper todo principio de coordinación y colocar, nuevamente, a la producción de mercancías como única forma de racionalidad económica y de libertad individual. Esto se evidencia más adelante, cuando Grünberg, citando a Kornai y Bornstein, caracteriza a la economía soviética como una economía de escasez («una dictadura del proveedor») que debido a la inexistencia de precios formados por el mercado era inherentemente ineficaz al ser incapaz de «eliminar a los productores improductivos o superfluos mediante la quiebra». En este punto Grünberg da como válida la tesis de la «restricción presupuestaria blanda» de Kornai con todas las conclusiones que le son propias: la economía socialista es una economía de déficit perpetuo, pero no solo eso, sino que también es inherentemente incapaz de ofrecer productos de calidad, de satisfacer a los consumidores y necesariamente conducirá al acaparamiento, escasez y desperdicio.

Semejante cuadro si bien describe problemas reales que tuvieron lugar en la economía de los países socialistas en el siglo XX (que no pueden ser negados o soslayados y que deben ser estudiados con seriedad) lo hace de tal forma que crea una imagen en la que resulta imposible comprender los grandes logros históricos del socialismo soviético. Estos incluyen no solo la industrialización, sino también la creación de un excelente sistema educativo, un sistema de salud pública eficiente, una amplía red de instalaciones de ocio y recreación y un auge artístico e intelectual cuyos méritos resaltan al observar el lamentable retroceso que trajo a estas sociedades la «democratización» capitalista, a los logros de la economía socialista también debe sumarse la victoria militar contra la Alemania nazi y alcanzar la paridad nuclear con los Estados Unidos.

El economista chino Chen Ping, en su crítica a Kornai, cuestiona el mito de la ineficiencia de las economías socialistas. Leamos su interesante análisis:

La advertencia de Kornai de un giro en U en Hungría me inspiró a investigar la situación real en Europa oriental. ¿Ha sido el resultado de la transición en Europa oriental una mejora de estos países a un estatus de ‘altos ingresos’ o una regresión a la dependencia económica? Al comparar los datos económicos liberados por Occidente antes y después de la transición he roto el mito creado por Occidente respecto del desempeño del capitalismo versus el socialismo. 

La primera categorización de “países desarrollados” fue ejecutada en 1961 durante la formación del club de “países ricos”, la Organización para la Cooperación Económica y Desarrollo (OCDE). Las estadísticas de la Oficina estadística de las Naciones Unidas y la Agencia Central de Inteligencia posibilitan comparaciones tan atrás como 1978. Si tomamos el PIB per cápita de los Estados Unidos como la unidad de referencia, el umbral mínimo para unirse al club de la OCDE puede revelarse por las cifras para Portugal y Turquía, cuyo PIB en 1978 era 23% y 21% respectivamente la cifra de los Estados Unidos. Los datos de la CIA (1980) de 1978 muestran que el PNB per cápita de la Unión Soviética en la época ya era el 59% de las cifras de EE.UU., que para Polonia era el 32% y para Hungría del 31%. Todas estas cifras están muy por encima del umbral de la OCDE y superan a las de Reino Unido, Portugal y Turquía. Los datos de la CIA (1987) de 1985 muestran que el PNB de la Unión Soviética en ese año era el 52% del de los Estados Unidos. La economía soviética se ubicaba como la segunda más grande del mundo, con un PNB per cápita cercano a 44% el de los Estados Unidos. El PNB per cápita de Hungría en 1985 era aún  mayor al de la Unión Soviética. Obviamente, antes de la transición tanto la URSS y Hungría debían pertenecer a la categoría de los países desarrollados. Hasta 1990 los datos de la CIA y de la Enciclopedia Británica indicaban que el PIB soviético era el segundo más grande en el mundo, cercano a la mitad del de Estados Unidos… Antes de la transición en Europa oriental, Occidente admitía así que el desarrollo económico en estos países estaba en un nivel avanzado… Por ende, antes del colapso de la Unión Soviética, no existía el mito que sostiene que el capitalismo occidental era superior al sistema en el campo socialista. Huntington en su Political Order in Changing Societies (1969) también demostró sistemáticamente que la eficiencia del sistema soviético no era peor al de los Estados Unidos, con una mayor estabilidad que la de Francia.

Después del colapso de la Unión Soviética, los medios occidentales empezaron a rebajar sistemáticamente los datos históricos de los países socialistas. Por ejemplo, las Naciones Unidas publicaron en 2014 datos estadísticos históricos para el año 1988, justo antes de la transición en Europa Oriental; el PIB de la Unión Soviética en 1988 sería menos de un séptimo del de los Estados Unidos, ubicándose séptimo en el mundo, por debajo de Italia. El PIB de Rusia en 1990 equivaldría solo a un décimo del de Estados Unidos, ligeramente superior a las cifras de Canadá y España. Si este fuera en realidad el caso, ¿cómo es posible dar cuenta del poder económico de la Unión Soviética que se contrapuso al superpoder de EE.UU.? Si aceptamos los nuevos datos de la Naciones Unidas para el PIB per cápita en 1988, las cifras para la Unión Soviética son solo un séptimo del de los Estados Unidos, inferiores a las cifras de México y apenas superiores a las de Turquía.7

Como Chen Ping señala, antes del triunfo de la contrarrevolución en el este de Europa el mito de la ineficiencia inherente del socialismo soviético no existía y tales ideas solo eran predicadas por sectas extremistas de la ultraderecha y fue solo a partir de la década de 1990 que esto se convierte en el dogma predominante y para ello incluso se han falsificado sistemáticamente los datos históricos. En el artículo de Grünberg, el tratamiento de la economía soviética es incapaz de escapar o cuestionar esta imagen hoy predominante, pues ofrece un cuadro unilateral que sobreestima los errores y deficiencias e ignora todas las potencialidades y reservas de la economía socialista (en consonancia con las ideas de Kornai).

Albert Eriomin, otro importante economista de la escuela antimercantilista, en su artículo En las espesuras de la restauración del capitalismo (1997), escrito ya después del triunfo de la contrarrevolución, analiza los argumentos de los “defensores asalariados del capitalismo”, de renegados como Egor Gaidar, Otto Latzis, Nikolái Shmeliov y otros que justificaban la destrucción de la economía planificada y la aplicación de las doctrinas económicas de libre mercado con el argumento de la supuesta inefectividad de la economía soviética, un ejemplo es esta diatriba de Latzis: «La Unión Soviética en el mejor de los casos se mantuvo al nivel de los países de desarrollo medio, si tomamos en cuenta que las personas promedio… consumían [solo] mercancías de consumo básicas”.8 Eriomin responde a estas posiciones y al hacerlo no omite los “menos” de la economía socialista, sino que los señala con claridad. Según Eriomin, por su esencia socialista la economía soviética poseía rasgos que era un “menos”, un antiestimulo. Por ejemplo, el “costo” para toda la sociedad de evitar el desempleo, lo que imponía el desarrollo constante de todas las esferas de la actividad social (acarreando gastos considerables en grandes proyectos) y la imposibilidad de despedir a los trabajadores “descuidados”, por lo que “la potente palanca del estímulo económico individual en forma de rivalidad competitiva de vida o muerte, que trabaja activamente bajo el capitalismo, entre nosotros en efecto estaba ausente”, sin embargo lo cual, existían “compensaciones económicas por la ausencia de crisis cíclicas (con potencial productivo inactivo) y desperdicio de trabajo potencial en forma de desempleados».

Dicho de otro modo, nuestros «menos» más evidentes eran la ausencia de los estímulos materiales más poderosos del sistema capitalista: la amenaza de quedar desempleado, por una parte, o enriquecerse, escapar hacia la élite (sin necesidad de «trabajar duro»), por otra parte… Por supuesto, en la época soviética el poderoso estímulo del egoísmo estaba en lo esencial atenuado. No existía un estímulo tan agudo como es la competencia de productores, y la emulación no podía compensar esto, pues la derrota en esta no contenía una amenaza a la existencia. El régimen rebajó los estímulos materiales en favor de la tendencia a la igualdad y justicia social y a favor de la norma ética que excluye el egoísmo.9

Eriomin anota que en la URSS la intensidad del trabajo era menor a la de los países capitalistas y la disciplina laboral era menor a la norma, lo que por supuesto llevó a los rinochniki a concluir que el problema era la ausencia de un «amo» que obligue a trabajar a los obreros. No obstante, Eriomin acota: «Al hablar de los “menos”, de los “costos”, ponemos estás palabras en comillas, pues estas eran “propiedades” objetivas del nuevo sistema de relaciones económicas; aunque eran “propiedades” que aparentemente reducían drásticamente las posibilidades del socialismo de competir económicamente con el capitalismo, tuvieron resultados sorprendentes».10 Por «resultados sorprendentes», Eriomin se refiere a los logros económicos y sociales de la experiencia soviética que no son comprensibles sin estos menos, pero tampoco sin los muchos plus que poseía este modo de producción gracias los cuales la «economía soviética, que en el aspecto económico técnico no era ni de lejos superior… a los viejos países capitalistas desarrollados, llegó a ser una superpotencia y resolvió los problemas socioeconómicos de modo más progresivo que el régimen del capital».10

Estos plus que permitieron a la URSS alcanzar grandes éxitos sociales radicaban en el mecanismo económico por esencia no mercantil de sus relaciones de producción, esta es la «efectividad de la organización económica no mercantil» que incluye:

  1. Eliminación de variedades de trabajo y gastos sociales no necesarios (bancos, bolsa de valores, compañías de seguros, abogados, corredores, intermediarios, especuladores, servicios de marketing, publicidad y protección de secretos comerciales), es decir, al superar relaciones fetichizadas el centro de atención del proceso era el producto y no la creación de valor o la extracción de plusvalía.
  2. Eliminación del consumo parasitario de la clase de los propietarios de los medios de producción.
  3. Cambios en la esfera de la formación de precios al darse una especie de formalización de la circulación monetaria por medio de la distinción entre la circulación monetaria y no monetaria de modo que la esfera no monetaria adquirió un carácter contable independiente de las turbulencias internacionales y la función del dinero en efectivo cambió de modo esencial y gran parte de los rublos se convirtieron en un signo de liquidación, en un recibo. «Estos signos de liquidación ya no eran dinero en el viejo sentido: con estos no era posible adquirir una usina, fábrica o incluso un avión personal, no se los podía capitalizar», entonces surgió la posibilidad de la regulación planificada de la distribución de los bienes de consumo, cuya palanca era el «balance de ingresos dinerarios de la población y su cobertura material». Y siendo así, en cierta medida el dinero soviético se había convertido en algo similar al «dinero-hora de trabajo» de Robert Owen. Sin embargo, Eriomin reconoce que la práctica de la realización de esta posibilidad no fue simple y existieron muchas deficiencias en su aplicación y si bien no se llegó a la medición directa del trabajo en unidades de tiempo, en su opinión el proceso avanzó en gran medida ya que «existió una contabilidad directa del gasto de trabajo sobre la cantidad de producto de una u otra producción de manera inmediata en tiempo de trabajo» realizada con base en la complejidad del trabajo (y este fue uno de los aspectos que los rinochniki nunca fueron capaces de comprender).10
  4. Diferenciación entre la formación de precios al por mayor (no monetarios) y los precios al consumidor (monetarios) gracias a las posibilidades de redistribucioń centralizada, lo que permitía mantener los precios de los bienes de consumo más necesarios en los niveles mínimos.
  5. A nivel social, la eliminación de costos innecesarios y el derroche de la burguesía y terratenientes, tuvo como consecuencia menores costos sociales y una mayor tasa de acumulación, es decir, la producción tenía «una altísima efectividad social» razón por la cual muchos servicios básicos tenían un precio al consumidor casi simbólico.
  6. La transformación de la tierra en propiedad de todo el pueblo eliminó uno de los principales «falsos costos sociales» existentes en el capitalismo: la renta de la tierra. «La eliminación práctica de semejantes costos sociales de la producción con la liquidación de la propiedad capitalista (y todo el mecanismo de los precios de mercado) era un factor objetivo de la supremacía de la economía socialista que era imperceptible para la observación superficial».10
  7. Otro plus es la unidad económico nacional (basada en la propiedad de todo el pueblo) que hacía posible la concentración de fuerzas, medios y recursos dirigidos a un objetivo evitando las pérdidas propias al aislamiento de los propietarios privados y la oposición de los intereses entre propietario y sociedad.
  8. La planificación, a pesar de todas sus deficiencias, permitió mantener el carácter proporcionado de la producción y distribución (liquidando la anarquía de la producción), al crear un sistema único de suministro técnico material lo que abrió la posibilidad de optimizar su utilización.
  9. La organización centralizada de la distribución, que evitó la duplicación innecesaria de gastos en suministro, contabilidad y almacenamiento.11 Consecuencia de lo anterior fue que el número de funcionarios constituía un menor porcentaje de la población soviética en comparación con los países capitalistas. En 1989, la Rusia soviética sumaba 6 millones de funcionarios en comercio, alimentación social, suministro, acopio y venta, mientras que en 1995 estos totalizaban unos 30 millones de la población de la Rusia capitalista.
  10. Todo lo anterior tiene como consecuencia un importante avance social: menores costos del aparato burocrático. Eriomin cita un ejemplo: en 1995 en los órganos estatales de adquisiciones en EE.UU. trabajaban 150.000 personas, mientras que en el Gosplan de la URSS no trabajaban más de 1.000. «La estadística soviética cifró la cantidad de personas en el aparato de órganos de dirección estatal y económica, en los órganos de dirección de cooperativas y organizaciones sociales en 2,3 millones de personas (2% de todos los ocupados). El aparato estatal consistía en menos de 1,5 millones de personas», mientras que en EE.UU. en la primera mitad de los años 80 la cantidad de servidores estatales era de 16,2 millones, los trabajadores administrativos de la industria sumaban 18,2 millones, un total de 34 millones sin contar con los administradores de bancos, comercios, cooperativas y organizaciones sociales. Eriomin calcula que la economía socialista requería así de 2,5 a 3 veces menos funcionarios administrativos de los que requiere una economía capitalista, algo que tiene un enorme efecto económico ya que este crecimiento desmesurado del número de trabajadores improductivos en la sociedad burguesa succiona enormes recursos de la economía productiva.12
  11. La orientación a las formas colectivas para garantizar la vida de las personas (transporte, impresión centralizada de textos de estudios, centros vacacionales, etc.) permitía un ahorro en los recursos materiales utilizados y brindaba un mayor efecto social.
  12. Aunque en el socialismo existió el fenómeno del capital sombrío que consistía en el robo y desvío de recursos de la economía socializada, este nunca alcanzó la magnitud que la corrupción y la economía criminal tienen en los países capitalistas, lo cual también es una evidencia de la mayor efectividad de este modo de producción en la disposición de los recursos para satisfacer las necesidades sociales.

La valoración y estudio de la experiencia de las sociedades socialistas debe considerar tanto los menos como los plus. Lamentablemente el artículo de Max Grünberg carece totalmente de balance, al punto de que en gran medida se limita a reproducir una serie de mitos que resultan nocivos para la causa del socialismo. Esto se explica en parte por las fuentes de referencia que le sirven de materia prima para su análisis. Un ejemplo de esto es la ya citada concepción de Kornai de la “restricción presupuestaria blanda”, Chen Ping, en el mismo artículo que ya mencionado anteriormente, dice respecto de aquella:

Al defender la liberalización mercantil, Kornai argumenta que la terapia de shock al menos ha reducido el tiempo de desperdicio por la espera para comprar productos bajo las condiciones de la economía de déficit. Este es el aspecto menos profundo de la tesis de la “economía de déficit” de Kornai. Hablando objetivamente, el artículo de Kornai (1979) que contrasta las “limitaciones de recursos” en los países socialistas con las “limitaciones de demanda” en los países capitalistas es más realista. Debe anotarse que las “limitaciones de recursos” en los países socialistas eran causadas principalmente por la política de embargo de Occidente, dado que los países socialistas no podían usar sus monedas para comprar recursos a lo largo del mundo como hacen los países occidentales. Parte de la razón para los déficit se relaciona indudablemente con el hecho de que los países socialistas mantenían precios fijos para las necesidades diarias, para mantener una distribución igualitaria para el pueblo. Si se permitiera la flotación de precios, como lo hizo China para ciertos bienes que se vendieron a precios altos a inicios de los 1960, los precios ciertamente se incrementarían con rapidez, con la mayoría del pueblo siendo incapaz de comprar. En un sentido técnico, esto puede eliminar rápidamente el fenómeno de los déficits de ciertas mercancías, pero la ausencia de filas de espera en frente de mercancías de alto precio no implica que la vida de las personas ha mejorado, ni significa un incremento en la competitividad internacional de la economía.13

Chen Ping señala que los mecanismos utilizados en el capitalismo para solucionar el “problema del déficit” incluyen: 1) estimular el consumo por medio de deuda, es decir, convertir el déficit de mercancías en un déficit monetario; 2) usar las importaciones para superar los déficits domésticos mediante el mercado internacional. Respecto de este último mecanismo Chen Ping escribe: «el hecho histórico es que Europa del este, como los Estados Unidos, desde 1970 han sufrido por mucho tiempo de déficits de comercio crónicos que llevan a un deterioro de las reservas de intercambio extranjero y del gasto e ingreso fiscales. La situación ideal de equilibrio solo puede surgir cuando dos mercancías se intercambian entre dos países y esta no es posible cuando múltiples mercancías son intercambiadas entre muchos países. En primer lugar, las necesidades diarias y componentes claves no pueden ser reemplazados en el corto plazo, así que debe continuar su importación aún bajo las condiciones del déficit comercial».10 En otras palabras, en el capitalismo el déficit de producción interno es solucionado apelando al mercado exterior, transformándose en un déficit de comercio exterior que provoca una serie de perturbaciones que resultan casi imposibles de resolver.

Chen Ping es tajante al señalar que «el concepto de Kornai de economía de déficit equivale simplemente a un uso superficial de la microeconomía, su teoría de las “restricciones presupuestarias blandas” provee de argumentos a sus políticas antikeynesianas» y contradice la experiencia de la macroeconomía. «Si las empresas estatales de los países socialistas hubiesen sido tan ineficientes estas habrían debido ser sostenidas solo mediante subsidios gubernamentales y el resultado habría sido unos enormes déficits fiscales. Como resultado, sus tazas de inflación hubieran sido mucho más altas que las de los países capitalistas. Sin embargo, observamos que la alta inflación es más común en América Latina y que los altos déficits son más prevalentes en los países desarrollados. La principal razón es que los países capitalistas son más proclives a recurrir a manipulaciones monetarias o a contratar grandes deudas. En países con un gran rango de crédito de mercado y condiciones variantes en leyes de bancarrota, la situación que aplica es más semejante a las restricciones presupuestarias blandas. El ideal de Kornai de las “restricciones duras” son más evidentes en los países subdesarrollados que en Occidente, porque para los países pobres es difícil pedir dinero o emitir bonos corporativos». Chen Ping señala con agudeza que los rescates corporativos de la crisis de 2008 son el mejor ejemplo de «restricciones presupuestarias blandas», es decir, estas no son un rasgo típico del socialismo de tipo soviético.

Matemática y cibernética aplicadas a la planificación socialista: diferentes visiones en pugna

Una arista esencial del escrito de Grünberg, en su breve revisión de la planificación soviética, es su reivindicación de los aportes e ideas de Leonid Kantorovich. Al realzar los méritos de estos aportes, Grünberg afirma que todas las críticas y rechazo que estas ideas sufrieron en tiempos soviéticos se debieron a «razones ideológicas», ya que se creía que eran «incompatibles con la teoría del valor trabajo» y portadoras de una supuesta «afinidad con el concepto burgués de la tasa de beneficio».

Evidentemente, Grünberg al tildar las críticas a Kantorovich de «ideológicas» deja en claro que no las considera dignas de consideración, al no ser más que el simple producto del dogmatismo. Examinemos algunas de estas objeciones. En 1964, Tigran Jachaturov cuestionó la idea tras las «valoraciones objetivamente condicionadas» de Kantorovich de crear un modelo económico-matemático que reduzca todos los fenómenos económicos a un solo indicador, Jachaturov consideraba que esto era inaplicable al sistema soviético y que era necesario discutir otras posibilidades que no se limiten a una planificación que gire en torno de los precios y proponía, por ejemplo, investigar la posibilidad de encontrar un coeficiente que calcule el gasto de trabajo de diversas profesiones en horas de trabajo simple. Stanislav Strumilin, en la misma época, señaló varias deficiencias en los planteamientos teóricos de Kantorovich, ya que este al colocar a la rentabilidad máxima como principio de la planificación olvidaba que la aplicación de este principio en el capitalismo implicaba que la rentabilidad en una empresa lleva al déficit o ruina de otras empresas, ya que el máximo de acumulación se da a costa de los productores y de la reproducción de la fuerza de trabajo. Strumilin señaló además que Kantorovich erigió varios de sus esquemas con base en casos particulares de distribución óptima de dos artículos entre empresas sin presentarlos de un modo en que estos sean aplicables al conjunto de la economía. Al analizar las tablas, esquemas y matrices en las que Kantorovich fundamentó las «valoraciones objetivamente condicionadas» como criterio óptimo de la planificación, Strumilin reveló de modo detallado que estos esquemas eran en gran parte abstractos y partían de supuestos que no estaban plenamente justificados y que su evaluaciones de los artículos y su producción estaban inspiradas en las concepciones de la utilidad marginal. Kantorovich  pretendía medir la complejidad del trabajo de cada producto en una expresión dineraria según su precio de coste, es decir, sin contar el gasto de trabajo impago o excedente y esto se hacía solo por atenerse al principio de rentabilidad máximo, un principio ajeno al socialismo. Por último, Strumilin al examinar los cálculos de Kantorovich demostró que estos eran errados, no por falta de conocimiento de las matemáticas, sino por una incomprensión de las categorías económicas y de la concepción marxista de las mismas. Mijaíl Kolgánov observó que el marxismo nunca se ha opuesto a la matemática, sino a la escuela económica matemática (que siempre ha sido un inveterado enemigo del marxismo) y que no podía ignorarse el riesgo de que en el esfuerzo por aplicar la matemática al socialismo las tesis de la escuela matemática sean asumidas de modo acrítico, en razón de la deficiente formación de los jóvenes económistas que conocen los métodos matemáticos, pero no saben nada de los fundamentos de la economía política marxista, señalando que varias deficiencias en las propuestas de Kantorovich y otros derivaban de un inadecuado manejo de las categorías económicas.14

Años después, en 1982, Nikolái Moiseenko y Mijaíl Pópov en su afamado trabajo La matemática en la economía política repasaron las dificultades que la aplicación de la matemática tuvo en la historia soviética. En primer lugar, en tanto el uso de la matemática en la práctica económica soviética en sus etapas iniciales fue realizado no por economistas políticos, sino por economistas matemáticos que tendían ser débiles en la resolución de los problemas teóricos esto dio lugar a dos consecuencias, la adopción del aparato matemático desarrollado por las escuelas económicas burguesas y la ausencia de un aparato matemático plenamente desarrollado adecuado a la economía política marxista. «Aunque el aparato matemático de la economía política burguesa es aplicable en una serie entera de elementos a la ciencia económica marxista, y en algunas de sus partes es incluso más aplicable a la ciencia marxista que a la burguesa, este aparato fue creado en lo esencial para las necesidades específicas de la apologética del régimen burgués y no puede satisfacer en suficiente medida los requerimientos de la economía política marxista. Se debe recalcar que, aunque la matemática es una ciencia abstracta que no tiene carácter de clase, el aparato matemático de la economía política no puede ya considerarse de modo aislado, fuera de los vínculos con una u otra teoría económica».15 Moiseenko y Pópov advierten por ello de la posibilidad de que los economistas adopten acritícamente los elementos de las teorías burguesas de las que surgió un determinado aparato matemático, posibilidad que existe tanto por el estudio poco profundo del marxismo por ciertos economistas, como en razón de que el aparato matemático de la economía política marxista aún no está del todo conformado. Y esta era la razón por la qué ciertos economistas guiados por un criterio pragmático intentaron ampliar el aparato matemático con elementos aún toscos. Un ejemplo de ello es el «criterio óptimo de la economía nacional» propuesto por Nikolái Fedorenko y otro, el intento de interpretar las tareas variables duales de la programación lineal en calidad de fundamento del valor, propuesta de Kantorovich: «lamentablemente, en una serie de casos la utilización de este aparato [programación lineal], como ya se ha anotado, estuvo acompañada de cambios teóricos tales de la construcción de la economía política marxista que implicaban su entorpecimiento y adaptación a un aparato matemático no adecuado».10

Las objeciones a las propuestas de Kantorovich y sus seguidores (al igual que a las posiciones de la llamada escuela de la planificación óptima), incluían dudas sobre la reducción de los indicadores de planificación al criterio de las «valoraciones objetivamente condicionadas», la crítica a la pretensión de presentar experiencias particulares como norma general, la observación de la imperfección del aparato matemático que se quería presentar como la única herramienta válida para las tareas de la construcción socialista, debida en gran parte a un débil dominio de la filosofía y economía marxistas-leninistas, lo que finalmente llevaba a la adopción acrítica de tesis de la escuela económica subjetiva. Todas estas y otras críticas no parecer ser un simple despliegue de dogmatismo; al contrario, estos se fundan en serios análisis y merecerían una consideración más detallada de la que Grünberg y otros autores le otorgan.

Grünberg también comete un grueso error histórico al colocar a los proponentes del sistema de planificación óptima y a Víktor Gluschov (quien ideó el proyecto del Sistema de Dirección Automatizada de Todo el Estado) en un solo bloque que compartía una misma posición: «Desde finales de los años cincuenta —escribe Grünberg— hasta principios de los setenta, la cibernética económica adquirió una gran popularidad, encabezada por el programa de investigación Sistema para el Funcionamiento Óptimo de la Economía (SOFE), dirigido por Nikolái Fedorenko y Vasili Nemchinov, que incluía varios intentos de crear redes nacionales de información, sobre todo el Sistema Automatizado de Todo el Estado (OGAS) ideado por el cibernético Víktor Gluschkov. No obstante, todos estos intentos se toparon con una fuerte resistencia por parte tanto de los reformistas del mercado como de las fuerzas conservadoras de los administradores comprometidos con el statu quo, que comprendían perfectamente que la introducción con éxito de dicha tecnología supondría una pérdida de su poder o incluso podría dejarlos obsoletos».

Aunque Vasili Nemchinov fue el gran impulsor y pionero de la utilización de los métodos matemáticos en la economía soviética —no solo como organizador del primer laboratorio de investigaciones económico-matemáticas de la Academia de Ciencias, sino como fundador del Instituto Económico-Matemático Central (Tzemi) de la Academia de Ciencias de la URSS— colocarlo en la línea de SOFE constituye, por lo menos, un anacronismo, pues Nemchinov murió en 1964 y el planteamiento de la elaboración del sistema de funcionamiento óptimo de la economía como principal tarea de la economía política soviética apareció por primera vez 4 años después en la monografía de Nikolái Fedorenko Sobre la elaboración del sistema de funcionamiento económico de la economía.16 Claro está, es posible argumentar que SOFE no es más que la cristalización de las ideas expuestas por Nemchinov desde la década de 1950, pero también es un hecho que la aparición de las siglas SOFE como designación de una tendencia teórica y de investigación es posterior a su fallecimiento.

Por otra parte, aunque los proponentes de SOFE coincidían con Víktor Gluschkov en la necesidad de aplicar los métodos matemáticos y la cibernética en la solución de los problemas de la planificación socialista, esto de por sí no es evidencia de una comunidad de opiniones, ya que prácticamente todos los economistas y técnicos de planificación soviéticos estaban de acuerdo, de una manera u otra, en esta cuestión. Revisemos los sucesos de modo somero. En 1963 Gluschkov fue nombrado presidente del Comité Científico Interdepartamental para la introducción de la técnica de cómputo y los métodos económico-matemáticos en la economía nacional de la URSS y durante los dos años siguientes se dedicó a la tarea de elaborar el proyecto del Sistema de Dirección Automatizada de Todo el Estado (OGAS) y al tener elaborada la concepción general del proyecto, Gluschkov visitó a Nemchinov (gravemente enfermo en ese momento) quien dio su aprobación. A continuación, Gluschkov consultó con Mstislav Keldysh quien también dio su aprobación, pero le aconsejó no incluir en el anteproyecto la propuesta de un sistema de cálculo poblacional no dinerario, pues anticipó que esto generaría resistencias. Al presentar el anteproyecto ante la Comisión designada por el Comité Central del Partido, sucedió lo siguiente:

Y los miembros restantes de la Comisión solo vieron los lados negativos, es decir, criticaron eso que habíamos hecho… Y así sucedió: Fedorenko se pronunció contra esta tesis, excluyó esta otra, el ministro de finanzas se pronunció contra aquellos y también lo excluyó. Y así en adelante. Al final de cuentas, del proyecto, de su parte económica, en particular, casi no quedó nada, quedó solo la red…17

La oposición a la implementación de OGAS vino tanto de los «conservadores» de la Dirección Central de Estadística, como del conjunto de científicos del Tzemi, incluyendo al padre de SOFE, Nikolái Fedorenko. Y fue así porque existía una divergencia de principios entre las ideas de Gluschkov y los proponentes de SOFE, algo que solo es posible comprender si examinamos ciertas concepciones teóricas de los representantes de SOFE y las comparamos con las ideas de Víktor Gluschkov.

Fedorenko en la obra ya citada de 1968 toma posición claramente respecto del debate entre mercantilistas y antimercantilistas, ya que él, como los demás representantes de SOFE, pretendían encarnar una tercera vía que superaba la posición de ambas tendencias. Fedorenko consideraba errada la idea de los netovarniki de que las relaciones mercantiles monetarias son un vestigio del capitalismo a ser superado en el socialismo: «En realidad estas categorías tienen bajo el socialismo otra naturaleza y rol social, distinta a la que tienen bajo el capitalismo, y deben aplicarse en toda su medida en la práctica de la gestión económica en calidad de poderosas palancas económicas para la máxima utilización de la ventajas del sistema de economía socialista». Fedorenko tampoco estaba de acuerdo con la posición de los rinochniki ya que a su juicio esta contraponía las relaciones mercantiles monetarias con el principio de planificación socialista. En la concepción de Fedorenko, las categorías de la economía mercantil eran estímulos de la producción, «formas del vínculo económico planificado», pues en las condiciones del socialismo la mercancía no era ya una categoría económico política, sino una categoría de carácter técnico: «Esta teoría [SOFE] considera al mecanismo mercantil dinerario como un mecanismo de apoyo del régimen de funcionamiento centralizado del sistema económico planificado centralizado en las condiciones de la acción autónoma desarrollada de sus eslabones productivos».18

La posición expuesta por Fedorenko sintetizaba los criterios desarrollados por los economistas y matemáticos que trabajaban en Tzemi. En los debates de 1964, ya antes referidos, Víktor Belkin afirmó que la única forma de mensurar los distintos productos del trabajo es el valor y la expresión externa de esta medida son los precios, que se constituyen así en instrumento para medir la efectividad de la economía.14 Nikolái Petrákov (uno de los más conocidos representantes de SOFE en los 60 y 70) en un artículo de 1966 titulado Ciertos aspectos de la discusión de los métodos económicos de gestión argumentó que la práctica había demostrado que no era posible utilizar indicadores naturales para medir la efectividad de la economía a nivel nacional y que tampoco era factible medir el gasto de trabajo directamente en horas, siendo que solo había una forma de medición racional, la forma monetaria, ya que ésta al eliminar todas las diferencias entre las diversas ramas y tipos de trabajo puede ser usada como criterio económico único de la productividad del trabajo a nivel nacional (disminución de costos de producción por persona e incremento del producto excedente). Y dado que el producto excedente, desde la posición de la empresa socialista, es la ganancia que la empresa entrega a la economía nacional y la ganancia es a su vez el producto excedente en forma dineraria, es que la ganancia debe ser el indicador fundamental para valorar los resultados de la labor de las empresas socialistas, indicador que permitiría medir la eficiencia (disminución de los costos de producción) y monto del producto excedente producido por cada empresa. De manera que, según Petrákov, al tomar a la ganancia como eje de la gestión económica era posible garantizar la obtención de los recursos adicionales necesarios para realizar los objetivos de la economía socialista (satisfacción de las necesidades crecientes de toda la población), puesto que en el socialismo el rol del producto excedente no cambia, solo altera su “forma social” al pasar a ser un “producto excedente de la sociedad socialista”, una “ganancia socialista”, no una ganancia igual a la de las sociedades capitalistas, no una ganancia dirigida a la acumulación de capital, sino una ganancia que es un indicador directo del producto excedente que la empresa entrega a la sociedad y de la productividad del trabajo que amplía la posibilidad de satisfacer las necesidades de los miembros de la sociedad socialista.19

En los debates de 1968 sobre la cuestión de la planificación óptima, Abel Aganbeguián argumentó que el criterio del plan óptimo está en la identidad de la máxima satisfacción del consumo y la máxima productividad social del trabajo que surge de obtener valoraciones del gasto del trabajo y valoraciones de la utilidad social que sean proporcionales, lo que se lograría al establecer precios que expresan los indicadores sociales óptimos (gastos mínimos de trabajo a nivel de toda la economía y máximo de productividad del trabajo), que finalmente se reducen a una sustancia: los gastos socialmente necesarios. En consecuencia, para Aganbeguián el precio óptimo es (y debía ser) la expresión dineraria del valor en las condiciones del socialismo.20

El sociólogo y economista de la tendencia antimercantilista, Vasili Elmeiev en su obra de 2007 Economía social del trabajo señala que la teoría del funcionamiento óptimo intentó superar el enfoque valor-mercantil en un esfuerzo por construir una teoría que tome en cuenta la utilidad social de la producción, la satisfacción de las necesidades. Es por ello que los representantes de SOFE argumentaron que en las condiciones del socialismo la utilidad social de los resultados de la producción correspondía en términos del valor con determinados gastos de trabajo, «el trabajo en las condiciones del consumo debía ser igual al trabajo en las condiciones de la producción».21 Como hemos visto, en autores como Fedorenko esto aparecía como la reducción de las relaciones mercantiles monetarias a un simple elemento técnico, un instrumento de medición de gastos y resultados, en tanto en otros autores como Petrákov y Aganbeguián la expresión monetaria (precio) del valor es de por sí la expresión óptima, el gasto de trabajo que da el mejor resultado social posible que puede ser mensurado siempre y cuando los precios no se alejen del valor, sino que estos lo expresen directamente y por tal razón se debía colocar (por ejemplo en Petrákov y Belkin) a la ganancia como indicador directo de la utilidad social.

En la monografía de Víktor Novozhilov Los problemas de la medición de los gastos y resultados en la planificación óptima de 1967 encontramos un tratamiento mucho más profundo de estas cuestiones. Novozhilov, uno de los economistas de la vieja guardia soviética, trató de encontrar una respuesta al problema de la concordancia entre los índices de gastos y resultados a nivel local con los gastos y resultados en la economía nacional, con el fin de encontrar los criterios que permitan garantizar la máxima efectividad del trabajo social: satisfacción de todas las necesidades sociales con costos mínimos o, en otras palabras, el mínimo de gasto de trabajo que cubra las necesidades sociales, maximizando el bienestar. Novozhilov creía que el “criterio del carácter óptimo de la dirección de la economía” permitiría determinar precios de la producción final en los que se alcance la mayor rentabilidad siempre y cuando esta producción corresponda al consumo. Por supuesto, al tratar todas estas cuestiones Novozhilov toma posición con respecto al debate del rol y lugar de la ley del valor en el socialismo al pronunciarse por su pleno reconocimiento, a favor de que esta actúe sin ninguna limitación en la economía socialista, pues la esencia de la eliminación de la propiedad privada sobre los medios de producción y la economía planificada no consistiría en la eliminación de la ley del valor, sino en la posibilidad de controlar esta ley conscientemente, de hacer que los precios correspondan a los gastos socialmente necesarios. El plan al ser el regulador básico de la economía debía orientarse a garantizar la correspondencia entre los precios planificados y la ley del valor, pues si los precios correspondían a los gastos socialmente necesarios de trabajo esto permitiría garantizar la efectividad de la producción (mayores resultados, satisfacción de las necesidades, con menores gastos). En Novozhilov, a diferencia de en otros representantes de SOFE, el análisis profundiza en varios aspectos de interés teórico y práctico con gran conocimiento, apuntando a dar respuesta a la cuestión del cálculo y control de recursos y trabajo en el comunismo.22 No en vano, Vasili Elmeiev considera que Víctor Novozhilov (junto con Alexander Anchishkin) era el representante más avanzado y profundo de esta tendencia.

No obstante, como anota Elmeiev, la teoría del funcionamiento óptimo al preservar el principio de equivalencia (propio de la ley del valor) no pudo proponer otra cosa salvo formas transformadas del mecanismo de formación de la plusvalía para explicar toda mejora de los resultados económicos, al tiempo que declaraban que el efecto del consumo de los bienes producidos era subjetivo y, por lo tanto, no susceptible de medición (así lo declaran Novozhilov, Aganbeguián y otros). De tal manera, los teóricos de SOFE lo que hicieron fue colocar los principios del valor de uso bajo las formas del valor, presentando al valor como una forma metamorfoseada de la utilidad social, sin nunca proponerse superar la forma valor, sino adaptarla a las categorías del valor de uso.21

Alexéi Safrónov, militante comunista y estudioso de la historia económica soviética, afirma que los representantes de la teoría de la planificación óptima se centraron en el perfeccionamiento del mecanismo de formación de precios para que este se aproxime lo más posible al valor, pero «sin mercado», en otras palabras, creían posible calcular precios ideales para así producir la cantidad de productos que la sociedad necesitaba al tiempo que las empresas guiaban su actividad a la rentabilidad (sin caer en la anarquía de la producción). Safronov señala múltiples falencias en este enfoque, no solo su olvido de que el valor es una relación social de productores aislados (inexistentes en una economía planificada), sino también que el método de planificación propuesto por los partidarios de la planificación óptima es tan complejo y detallado que resulta incomprensible porque insistían en recurrir a los precios y no a índices naturales. Los teóricos de la planificación óptima recomendaron dos cosas: 1) una ampliación de la autonomía de las empresas atada a recompensas según el nivel de rentabilidad y 2) distribución de las tareas planificadas a las empresas según los cálculos óptimos. Solo lo primero se hizo realidad, la autonomía de la empresa se amplió, pero no se logró calcular los precios ideales y las empresas en búsqueda de la ganancia no produjeron lo que la sociedad necesitaba, sino lo que era más fácil producir.23

En los años de la Perestroika, los representantes de SOFE de forma masiva pasaron a las posiciones de la economía subjetiva repudiando la teoría valor trabajo y abrazando el dogma de la utilidad marginal y con esta transición también repudiaron toda la concepción del funcionamiento óptimo de la economía.

Los mecanismos del valor en el aspecto que le son propios a este resultaron ser más fuertes que las categorías “optimizadas” mejoradas de SOFE […]: la espontaneidad y arbitrariedad de los precios de mercado no requerían de las valoraciones óptimas de la utilidad ni de los gastos, ni de los resultados de recursos laborales o naturales. La economía de mercado no aceptó la autorregulación económica que SOFE profetizó como muy superior a la planificación centralizada, aunque los autores de SOFE pretendían que preparaban al pensamiento económico para que este tome conciencia de la transición al mercado “que se autorregula”, al mismo tiempo se mantenían en la posición de la prioridad de la planificación óptima. No se ha logrado y es poco probable que sea posible lograr tal optimización con base en el valor, ya que en última instancia la cuestión usualmente se reduce a la optimización de la ganancia.

El paso de una serie de representantes de SOFE de la concepción del funcionamiento óptimo de la economía socialista a la defensa abierta de la libertad de la economía de libre mercado ante toda planificación evidencia que la teoría de SOFE se ha agotado en conformidad con la economía de mercado contemporánea.21

Entre 1963 y 1964, Víktor Gluschkov desarrolló el proyecto técnico del OGAS y la concepción económica que lo fundamentaba incluyendo un sistema de cálculo poblacional no dinerario, en su entrevista con el periodista Vitali Moiev de 1974, Gluschkov reiteró la idea de la necesidad de utilizar la técnica como apoyo para la complicada tarea socioeconómica de abolir el dinero, de allí su propuesta de sustituir el dinero en efectivo por cuentas de débito electrónico separando la circulación de consumo de la población, de la circulación entre entidades y empresas estatales lo que, además, tendría la consecuencia positiva de separar la circulación del dinero honesto y el «escurridizo».24 Esta idea tiene un mayor desarrollo en su obra Modelos macroeconómicos y principios de construcción del OGAS de 1975, en la que afirma que aparte de las grandes ventajas y comodidades que el sistema de cuentas de débito electrónico brindaría a la población existe algo no menos importante: «la posibilidad de la drástica reducción de la circulación dineraria y de los fenómenos negativos ligados con esta». Para que esto sea así, Gluschkov proponía que las cuentas bancarias no acepten dinero en efectivo, que los únicos depositantes admitidos sean las empresas y organizaciones socialistas y no se permitan transferencias de unos individuos a otros. «Se abren posibilidades por principio nuevas ante el sistema de cuentas sin efectivo en el caso de que en estas se introduzcan no solo cuentas dinerarias, sino también cuentas naturales de las compras realizadas. Tiene un importancia particularmente grande la posibilidad de introducir precios cero a los productos sin peligro de que surja un desbalance entre la oferta y la demanda. Aquí, naturalmente, la cosa no trata de la entrega normada de productos, sino de la creación de mecanismos de regulación social bastante sutiles basados en los principios del autogobierno».25 De modo que Gluschkov, a diferencia de los partidarios de SOFE, abogaba por el paso a índices naturales no solo en la producción, sino también en el consumo al tomar medidas para aplicar métodos de distribución no dinerarios y señalando que en la política de precios no era estrictamente necesario que estos coincidan con su valor, e incluso señala que en el comercio minorista: «A medida que la demanda esté saciada, los precios de los productos o servicios puede volverse puramente nominal… o cero».10 Por lo tanto, Gluschkov creía que el objetivo del OGAS no era calcular los precios ideales (soñados por los teóricos de SOFE), sino crear las condiciones para restringir las relaciones mercantiles monetarias e iniciar el paso a la distribución no dineraria de bienes y servicios. Esto explica porque el proyecto OGAS fue atacado por Fedorenko, Belkin y otros economistas y matemáticos proponentes de SOFE.

A manera de conclusión

Al abordar las posibilidades que la técnica de hoy ofrece para resolver los problemas de la planificación en una futura sociedad socialista no basta con el simple conocimiento de la técnica matemática, cibernética o administrativa. Es necesario saber asimilar este conocimiento desde un punto de vista materialista dialéctico. Por otra parte, si se quiere evitar caer en el utopismo se debe estudiar rigurosamente las experiencias socialistas del pasado, sin embargo, esto ofrece grandes dificultades no solo por el volumen del material histórico a estudiar, sino también porque gran parte de la historia del socialismo en la URSS y Europa del este nos llega “filtrada” por los sesgos del anticomunismo y la sovietología de la Guerra Fría.

Con estos apuntes no pretendo emitir conclusiones terminantes respecto a uno u otro aspecto, mi intención es más bien señalar la importancia de recurrir a fuentes primarias (esto no supone invalidar totalmente la labor de diversos estudiosos que han tratado el problema desde diversas perspectivas) para así reconstruir el proceso histórico de la construcción socialista y del debate teórico que se dio alrededor de la misma.

Compañeros, cierro esta carta con una felicitación por su labor para fomentar la discusión teórica de los problemas de la economía socialista, espero no haberme extendido excesivamente en esta carta y les agradezco el haberme contactado para que escriba esta reflexión, que ojalá sea un aporte al debate en curso.

Krasni Soldat (@daquilemarex)

Notas

  1. Kantorovich, L. V.: Matematicheskie metody organizatzii y planirovaniya proizvodstva [Métodos matemáticos de organización y planeación de la producción], Universidad Estatal de Leningrado, 1939.
  2. Diccionario Jurídico Soviético, https://soviet_legal.academic.ru/1843/%D0%A2%D0%A0%D0%95%D0%A1%D0%A2
  3. https://www.azovgreeks.com/gendb/rus/gpopov2.htm
  4. Belkin, V. D. & Ivanter, V. V.: “Ekonomicheskoe upravlenie y bank” en Belkin, V. D.: Izbrannye Trudy, t. 2, Instituto Central de Economía y Matemática de la Academia de Ciencias de Rusia, Moscú, 2025.
  5. Tzagolov, N. A.: Nauchni osnovy upravleniya sotzialisticheskin proizvodstvom [Fundamentos científicos de la dirección de la producción], “Ekonomika”, Moscú, 1972.
  6. Petrákov, N. J.: “Ekonomika i gosudartsvo” en Petrákov, N. J.: Ne smet komandovat! Ot administrativno-comandnyj k ekonomicheskim metodam upravleniya [¡No te atrevas a comandar! De los métodos de dirección de comando-administrativo a los métodos económicos], “Ekonomika”, Moscú, 1990.
  7. Ping Chen: “Has Capitalism Defeated Socialism Yet? – Kornai’s Turnaround on Liberalism, and the Evaporation of Myths about Eastern Europe”, International Critical Thought, Marzo 2015.
  8. Citado por Eriomin, A. M.: V debryaj restavratzii kapitalizma (ot “perestroiki” k degradatzii ekonomiki), Revista “… Izm”, N.º 2, 1997.
  9. Eriomin, A. M.: V debryaj restavratzii kapitalizma (ot “perestroiki” k degradatzii ekonomiki), Revista “… Izm”, N.º 2, 1997.
  10. Ibíd.
  11. Eriomin señala que en 1988 en la URSS el 5,5% de la población se ocupaba en el comercio y el 31% en la producción, mientras que en 1995 en la Federación Rusa el comercio ocupaba al 19% de la población y de la producción solo un 15%.
  12. Eriomin se basa en cifras de Ernest Mandel.
  13. Chen Ping: Óp. cit.
  14. Davidov, Y. & Lopatnikov, L. (compiladores) : Ekonomisty i matematiki za kruglym stolom, “Ekonomika”, Moscú, 1965.
  15. Moiseenko, N. A. & Popov, M. V.: Matematika v politicheskoi ekonomii, Editorial de la Universidad de Leningrado, Leningrado, 1982.
  16. Fedorenko, N. P.: O razrabotke sistemy optmalnogo funktzionirovaniya ekonomiki, Nauka, Moscú, 1968.
  17. Glushkov, V. M.: Zavetnye mysli dlya tej, kto ostaietsya, 3 de enero de 1982.
  18. Fedorenko: Óp. cit.
  19. Petrákov, N. Y.: Izbrannoie, t. 1, Instituto de los Problema de Mercado de la Academia de Ciencias de Rusia, Moscú, 2017.
  20. Kazakevich, L. Y.  & Levshin L. V.: Diskussiya ob optimalnom planirovanii [Discusión sobre la planificación óptima], “Ekonomika”, Moscú, 1968.
  21. Elmeiev, V. Y.: Sotzialnaya ekonomiya truda [Economía social del trabajo], Editorial de la Universidad de San Petersburgo, San Petersburgo, 2007.
  22. Novozhilov, V. V.: Problemy izmereniya zatrat y resultatov pri optilmanom planirovanii, Nauka, Moscú, 1972.
  23. Safronov, Alexéi: Plan A: Ispolzovanie EVM dlya sovietskogo tzenoobrazovaniya, Prostye Chisla, https://www.youtube.com/watch?v=0eGAcKMiJGc
  24. Gluschkov, Víktor Mijaílovich: Cibernética, cálculo electrónico, planificación y dirección, Ediciones Edithor, Quito, 2013.
  25. Gluschkov, V. M.: Makroekomicheskie modeli i printzipy postroeniya OGAS, “Statistika”, Moscú, 1975.
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