Publicado originalmente en Jacobin Magazine

 

Leigh Phillips & Michal Rozworski

Cien años después de la Revolución Rusa, un fantasma recorre occidente, el fantasma de lo que la revista The Economist recientemente bautizó como Socialismo Millenial.
¿Pero qué significa exactamente socialismo en este momento? ¿Es solamente un retorno del New Deal liberal o de la socialdemocracia escandinava? ¿Es sanidad pública universal y sindicatos fuertes? ¿Es el florecimiento de cooperativas – como desea el laborista John McDonnell?

Y por encima de todo, ¿cuál es el rol de los mercados frente a la planificación económica en nuestra alternativa? ¿Es aquí donde el consejo de trabajadores del asfalto inicia su camino por la carretera del estado?1

Tal como Engels señaló, “el gobierno haciendo cosas” es definitivamente una mala definición de socialismo: “Ciertamente, si hacerse cargo de la industria del tabaco por el Estado es socialista, entonces Napoleon y Metternich deben ser nombrados entre los fundadores del socialismo”. Eso convertirá hoy al leviatán estatal conocido como el Pentágono algo totalmente comunista.

Afortunadamente, un nuevo y más interesante diálogo sobre el rol de los mercados y la planificación económica está emergiendo desde un lugar inesperado.
Jack Ma, el fundador del grupo chino Alibaba –uno de las mayores y más valiosas compañías del mundo – argumenta que los prematuros planificadores estatales de la Unión Soviética y de la primera República Popular China fracasaron debido a una información insuficiente. Ha predicho que durante las tres próximas décadas, gracias a la inteligencia artificial y al gran volumen de datos al que ahora tenemos acceso, podremos finalmente lograr una economía planificada.

Mientras tanto, algo curiosamente «comunista» está ocurriendo a través del cambio en los últimos años desde la inversión activa a la pasiva. Un inversor que tiene participaciones en una aerolínea o en una empresa de telecomunicaciones, por ejemplo, quiere que esta supere a las demás: aumentar sus ganancias, aunque solo sea temporalmente, a expensas de los otros. Pero un inversor que posee una parte de cada aerolínea o telecom, como ocurre en una gestión pasiva de carteras de inversión, tiene objetivos radicalmente diferentes. La competencia importa mucho menos. El columnista de Bloomberg, Matt Levine, ha imaginado una transición lenta de los fondos indexados de hoy, que utilizan estrategias de inversión simples, hacia un futuro en el que los algoritmos de inversión se vuelven cada vez mejores, hasta que “a largo plazo los mercados financieros tenderán hacia el conocimiento perfecto, una especie de planificación central – por el Mejor Robot de Asignación de Capital «.

En la República Popular de Walmart, mostramos de qué manera, en contra del argumento tradicional de los economistas partidarios del libre mercado Ludwig Von Mises y Friedrich Hayek, la planificación económica de millones de bienes y servicios que involucran infinitud de variables en las cadenas de suministro y mucha información no relacionada con el precio, no solo es factible sino que además funciona increíblemente bien.

Hoy Walmart es una entidad odiosa, el sitio donde se dan muchos abusos laborales y tiene lugar una gran cantidad de trabajo aburrido y alienante, pero debido a su funcionamiento y tamaño es un caso interesante de estudio sobre la viabilidad de la planificación. Walmart, la compañía más grande del mundo, emplea a más trabajadores que cualquier otra empresa privada; es el tercer empleador más grande del mundo después del Departamento de Defensa de los EE. UU. y del Ejército Popular de Liberación de China. Si fuera un país, su economía sería aproximadamente del tamaño de la de Suiza.
Walmart, por supuesto, vende productos en el mercado. En el capitalismo los precios siguen siendo insumos en el proceso de planificación tanto de las corporaciones como de los Estados. Sin embargo, además de los precios, las empresas de hoy en día tienen a su disposición cantidades cada vez mayores de información que se relaciona directamente con las preferencias de las personas o con el uso de los recursos. Por ejemplo, ya podemos minimizar las emisiones de carbono en el transporte de bienes junto al coste. Existe una pregunta difícil acerca de cómo relacionamos las cosas entre sí (algodón con acero o calmantes con arte), pero es de una imaginación muy pobre pensar que solo los mercados pueden responder estas preguntas de comparación multidimensional en lugar de nosotros mismos, democráticamente.

Pese a todo, Walmart lleva a cabo una planificación a gran escala sin la intermediación directa de los mercados que pondría los pelos de punta a Hayek. Internamente, como casi todas las grandes y pequeñas empresas, es una economía planificada de forma dictatorial: los gerentes dictan a los trabajadores qué hacer, los departamentos fijan los objetivos desde arriba y los bienes fluyen por mandato.

Flotando en el mercado, Walmart es a la vez una «isla de poder consciente», como dijo el colaborador de Keynes D. H. Robertson, y una «isla de la tiranía», como señaló el teórico social Noam Chomsky. El capitalismo oscurece tanto la planificación como la naturaleza disciplinaria de todo lo que sucede dentro de la empresa. El mercado puede ser libre, pero el trabajo supone una constante falta de libertad. La economía actual es en buena medida más planificada que espontánea, pero también es el lugar de una dominación generalizada de la que todavía no nos hemos liberado. Haciéndolo, transformaremos profundamente cómo planificamos y cómo producimos.

La planificación de Walmart se extiende más allá de sus cuatro paredes. Las académicos de negocio y los analistas de investigación de operaciones atribuyen el éxito de la maravilla logística de Walmart a ser uno de los primeros en adoptar innovaciones como el reemplazo continuo, el inventario de proveedor administrado, la informatización, así como la confianza, apertura, cooperación y transparencia de la información a lo largo de toda la cadena de suministro.

La planificación de la cadena de suministro de Walmart contrasta con el desastre de Sears. Su CEO, Edward Lampert, era tan fanático de Ayn Rand que al asumir el control de la empresa, introdujo un mercado interno, con departamentos compitiendo entre sí, lo que condujo al secreto de la información, la duplicación, el caos y, en última instancia, la quiebra. Desafortunadamente, en lugar de ser reconocido como un fracaso, un «mercado interno» se importa periódicamente al sector público y actualmente contribuye a la reducción del Servicio Nacional de Salud de Inglaterra.

Sin embargo, el colapso de Sears palidece en comparación con los más existenciales fracasos del mercado en otros lugares.

El mundo se está quedando sin antibióticos efectivos porque, como lo advirtió todo el mundo, desde los Centros de Control de Enfermedades hasta el ex director médico del Reino Unido, los gigantes farmacéuticos se retiraron del negocio de la investigación antimicrobiana hace unos treinta años debido a su falta de rentabilidad. El regreso a una era de la medicina de estilo victoriano está a pocas décadas de distancia sin este fondo de protección antimicrobiana.

Tras veinte años de diplomacia climática, la petrolera BP informó el año pasado que la parte no fósil del combinado energético no es diferente de lo que era en 1998. Ante la amenaza existencial del cambio climático, estamos parados. Esto se debe a que una economía de mercado continuará produciendo combustibles fósiles, incluso ante un “planeta invernadero”, si se deja a su suerte.

Las buenas noticias medioambientales provienen en la mayoría de los casos de intervenciones no-mercantiles. Hemos resuelto el desafío del agotamiento de la capa de ozono, no gracias al mercado ni a renunciar a nuestros frigoríficos ni a la laca para el cabello, sino a la regulación. Del mismo modo, tenemos reglamentaciones, así como infraestructura del sector público, y fomento estatal de la innovación, -el pecado supuestamente ineficiente de los «ganadores de la cosecha»-, para las historias de éxito de la eliminación de la lluvia ácida y del aumento global del 7 por ciento en la cobertura de árboles en los últimos treintaicinco años.

Esta es la razón por la cual el Green New Deal, con su enfoque en la planificación y la sólida acción del sector público en lugar de los ajustes del mercado es tan importante. El comercio de emisiones de California es menos responsable de las reducciones de gases de efecto invernadero de ese estado que las regulaciones clásicas de “mando y control”, y la mayor reducción de emisiones en América del Norte se debió a la decisión del gobierno de Ontario de cerrar sus diecinueve centrales generadoras de energía por combustión de carbón.

La lección de todos estos fracasos y éxitos es que si algo es rentable, no importa cuán dañino sea, se seguirá produciendo en ausencia de una intervención no mercantil, es decir, de la planificación. Del mismo modo, si algo no es rentable, sin importar lo beneficioso que sea, no se producirá, en ausencia de planificación.

Al mismo tiempo, es acertada la sospecha generalizada hacia una burocracia inexplicable y también hacia una restricción autoritaria y arbitraria de la libertad. Walmart puede ser una maravilla de la logística, pero también es uno de los muchos feudos privados dentro de nuestro sistema de mercado. Planear por sí solo no es suficiente. Tiene que ser verdaderamente democrática.

Lo común a los planificadores económicos de Walmart y Amazon (o Foxconn y Daimler) no es solo planear a gran escala, sino una completa falta de democracia. Más de la mitad de los empleados a tiempo parcial de Walmart dicen que no tienen suficiente dinero para satisfacer sus necesidades básicas, y gran parte del personal de esta firma antisindical depende de los cupones de alimentos para llegar a fin de mes. Los trabajadores de almacén de Amazon orinan en botellas por temor a ser despedidos si van al baño, rastreados continuamente por pulseras que emiten alertas de cualquier milisegundo malgastado. En los días más calurosos del año, Amazon tenía paramédicos a mano fuera del almacén para tratar a los trabajadores exhaustos por el calor. El CEO de Amazon, Jeff Bezos, ese Stalin sin bigote del comercio minorista en línea, supervisa un capitalismo de vigilancia panóptico y sin libertad.

Necesitamos usar nuestros vastos recursos productivos para mejores fines, y a través de la política podemos efectivamente hacerlo. En la medida en que la tecnología permita avanzar en el debate sobre el tipo de planificación, en lugar de si debe haber planificación alguna, la base de nuestra visión es el verdadero control democrático de la planificación tanto a nivel empresarial como gubernamental.

1 NdT: Juego de palabras. La expression “hit the road” que aparece en la frase original “This surely is where the workers’-councyl-manufactured rubber hits the state-built road” significa marcharse de un sitio o iniciar un viaje.
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