Al Campbell
Históricamente, los marxistas han considerado la planificación como parte esencial e integral del socialismo. En el único volumen de su obra maestra, El Capital, que Marx pudo ver publicado, este escribió: «El velo que cubre la faz de la producción material, proceso de la vida social, no se levanta hasta tanto esta no se convierte en producción de hombres libremente asociados y se sostiene bajo su control consciente y planificado».1e
Algo más de diez años después, Engels expresó:
Solo la organización consciente de la producción social, en la cual producción y distribución sean llevadas a cabo de manera planificada, pueden alzar a la humanidad por encima del resto del reino animal en lo que respecta al aspecto social, de igual manera que lo ha hecho la producción en general para la humanidad en el aspecto específicamente biológico.2
Casi cien años después, Che Guevara se hizo eco del mismo compromiso con respecto a la planificación. Al igual que Marx y Engels, comprendió que esta no consiste simplemente en una forma superior de coordinar la economía para obtener mayor producción, sino que constituye una parte esencial del socialismo, pues representa un aspecto de la transformación de los seres humanos en sujetos de su propia historia; o sea, del autodesarrollo humano que es, a la vez, propósito y esencia del socialismo y el comunismo:
La planificación centralizada es el modo de existencia de la sociedad socialista, su rasgo definitorio, y el punto en el cual la conciencia del hombre finalmente logra sintetizar y dirigir la economía hacia su meta: la total liberación del ser humano dentro de la sociedad comunista.3
Una forma particular de planificación para una sociedad no capitalista se desarrolló en la Unión Soviética hace setenta y cinco años, y se fue modificando allí y en otros países, hasta 1991. Este diseño de planificación original tenía, a la vez, elementos adecuados para el desarrollo socialista y otros que se construyeron deliberadamente como barreras contra él ya que un socialismo auténtico hubiera amenazado a la élite privilegiada surgida en la URSS en la década de los años 30. Sin embargo, no se pretende aquí hacer una valoración particular de la experiencia de la URSS. Lo importante para este trabajo es que, hoy día, aquellas sociedades que aspiren a una transición al socialismo, necesitan desarrollar un nuevo método de planificación. Más aún, no podrán desarrollarlo abstractamente, sino crearlo en un mundo económica y políticamente dominado por la forma neoliberal del capitalismo.
Hay muchas cuestiones que hay que determinar al crear un nuevo modelo de planificación para una transición al socialismo. Entre ellas están: 1) el equilibrio entre la planificación centralizada y la descentralizada y, más allá de esto, su integración, ya que no constituyen, como frecuentemente se les presenta, simples opciones, sino que además son complementarias; 2) el papel de la planificación desde arriba hacia abajo ante la planificación desde abajo hacia arriba, y la de hacia arriba y hacia abajo reiteradamente; 3) las metas e instrumentos adecuados, tanto para la planificación como para el control (por ejemplo, la puesta en práctica de un plan) y muchas otras.
Sostengo que en este momento histórico, dado el modelo dominante de capitalismo neoliberal, la cuestión del papel y de la naturaleza de los mercados dentro de un plan para la construcción del socialismo es una de las cuestiones esenciales para crear los nuevos métodos de planificación. El próposito de este trabajo es reflexionar sobre esto en el proceso planificado para la construcción del socialismo.
Es un desatino metodológico proponer cualquier normativa en relación con el socialismo a menos que uno indique los que considera los objetivos que debe cumplimentar este sistema. Existen muchos términos para referirse al objetivo central del socialismo y todos indican el mismo concepto: (auténtico) desarrollo humano, desarrollo del potencial humano de cada cual, de sus habilidades o capacidades, desarrollo del serespecie de uno, o según una simple frase que Marx y Engels utilizaron mucho y que para ellos indicaba la misma cuestión: alcanzar la libertad.

Los mercados: lo que son y lo que hacen

Superficialmente, los mercados son lugares donde se intercambian las cosas que se consideran equivalentes: bienes, servicios, fuerza de trabajo por dinero, dinero por promesas de futuros bienes o servicios, etc. Obsérvese que incluso esta definición elemental se apoya en lo que un mercado hace. Pero este es más que eso, precisamente porque hace mucho más.
El aspecto de los mercados que nos concierne es que son instituciones culturales que conforman dialécticamente la naturaleza y el carácter de las personas participantes, de distintas maneras; por otra parte, la naturaleza colectiva de las personas que se involucran, sus instituciones, cultura, leyes y normas, conforma la naturaleza de los mercados. Es importante comprender que existen dos características que se oponen entre sí, pero existen simultáneamente. La primera es común a todos los mercados como lugares de intercambio; pero también son parte de organizaciones sociales mayores, y asumen características particulares según la naturaleza de la sociedad de la cual forman parte. Esto es relevante al tratar la cuestión de aquel mercado que Marx argumentaba que seguiría existiendo en el socialismo (y que tendría que superarse para construir el comunismo). Karl Polanyi, en su obra maestra The Great Transformation (1944), sobre el surgimiento de los mercados capitalistas, enfatizaba la idea, y acuñó la frase tan usada hoy día, de que los mercados estaban «enclavados» en una sociedad dada, y que su naturaleza estará, en parte, determinada por esa sociedad.4 Los mercados capitalistas, al estar enclavados en esa sociedad, asumen para su funcionamiento mucho de la naturaleza del capitalismo.5 Engels se refería a lo mismo cuando ridiculizaba a Dühring por tratar de explicar las crisis de los mercados modernos describiendo crisis imaginarias de la Feria de Libros de Leipzig. Identificaba la manera en que aquel consideraba iguales a todos los mercados, independientemente del sistema del cual fueran parte, con la comparación «de una tempestad en el mar con una tormenta en un vaso de agua».6 Marx describió un solo mercado enclavado en el socialismo, que no implicaba la producción de mercancías y estaba subordinado a la planificación social. Este sería fundamentalmente distinto de los capitalistas, aunque tendría aún ciertas características comunes a todos los mercados y, como tal, constituiria un obstáculo para trascender el socialismo.
Durante mucho tiempo los conservadores han celebrado los mercados por las siguientes características comunes:
Nadie necesita preocuparse por siquiera conocer a la persona con la cual está tratando. De aquí que los mercados refuercen y recompensen la indiferencia, la falta de empatía y el anonimato. Recuérdese el famoso ejemplo de Adam Smith sobre el carnicero y el cervecero.
La decisión de comprar, vender, trabajar o contratar la toman los individuos de maneras que no necesariamente implican consultarse unos a otros. De aquí que los mercados refuerzan y recompensan un falso sentido de individualidad a lo Robinson Crusoe, desconectado de lo humano (en oposición a una auténtica individualidad social que requiere habilidades de comunicación y toma de decisiones sociales).
Las personas solo necesitan un mínimo de información para desempeñarse en los mercados, esencialmente, el precio de la mercancía. De aquí que los mercados refuercen y recompensen una comprensión parcial e incompleta del sistema económico que hacen extensiva al sistema social del que las personas forman parte.
Los mercados no se apoyan ni en compromisos por parte de compradores y vendedores, ni en la confianza humana. Así, recompensan y refuerzan el engaño y la traición, que tienen éxito.
Todos estos rasgos son exactamente los opuestos a los que reforzaría una sociedad socialista. Los socialistas argumentan que los siguientes aspectos son importantes para el objetivo de lograr el desarrollo humano.
Los seres humanos son seres colectivos por naturaleza, no solo en la producción, sino por su propia esencia: cómo aprenden, cómo cada individuo llega a ser lo que es, etc. Marx se refería a esto como nuestro carácter en tanto especie. Sentir empatía y tener sentimientos de solidaridad hacia otros (lo cual presupone que uno conozca a la persona con la que está interactuando) es un rasgo esencial de la imagen socialista de una sociedad futura no alienada.
El auténtico desarrollo humano requiere tener control colectivo sobre todos los aspectos de la existencia («el ámbito de la libertad»). De aquí que sean necesarias las habilidades de comunicación grupal y de toma de decisiones colectivas para la construcción del socialismo.
Para controlar colectivamente el medio social .por ejemplo, la economía., la sociedad necesita comprender cómo funciona. Esta es una diferencia que aún prevalece entre los defensores del mercado y los socialistas. Para los primeros, es una virtud que solo se necesite conocer unos cuantos precios y que, después, por medio del incomprensible proceso conocido como la «mano invisible», todo saldrá bien; de hecho, saldrá mejor que se tratara de entender el complejo sistema, y actuara con el propósito de controlarlo para el bien de la humanidad. Los socialistas, por el contrario, no solamente creen que la humanidad tiene la habilidad de entender la economía en que vive y controlarla para su beneficio, sino sostienen que esa comprensión es parte del interminable proceso de desarrollo humano. Se adhieren con ello a la idea de la Ilustración sobre la comprensiva comprensión del mundo físico y social en que vivimos, y van más allá porque aseveran que esto es lo que nos hace característicamente humanos. La defensa teórica de los mercados implica el rechazo a la idea fundamental de la Ilustración.
Mientras que los seres humanos son esencialmente colectivistas, la ideología capitalista y, hasta cierto punto, su práctica esconden esa naturaleza. El compromiso y la confianza son parte de nuestra auténtica esencia y, además, necesarios para que podamos ver a través del ofuscamiento capitalista y reconocer nuestro carácter de especie.

El socialismo y el necesario debilitamiento de los mercados capitalistas

Es bien conocido que ya en el Manifiesto Comunista, Marx y Engels abogaban, como proceso, por el fin de los mercados capitalistas y, por ende, de la mercancía. Esto implica que reconocían que cuando un gobierno de obreros llega al poder, al principio se enfrenta a una economía dominada por la producción de mercancías. Ellos estipularon lo que ese gobierno debía hacer al respecto. El primer paso es «la elevación del proletariado a clase dominante para la conquista de la democracia», y entonces «el proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante».7
La expresión «gradualmente» (por tanto, no una eliminación abrupta sino un «debilitamiento progresivo») es una inserción de no poca importancia; más bien resulta central para su imagen del mundo. Continuaban exponiendo que el proceso de transformaciones tendría que comenzar con una «limitación del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas de producción» (una vez más, «limitación» y no una abrupta eliminación), y más adelante, incluso de manera más específica, que esto ocurriría «por la adopción de medidas que, desde el punto de vista económico, parecerán insuficientes e insostenibles, pero que en el curso del movimiento se sobrepasarán a sí mismas y serán indispensables como medio para transformar radicalmente todo el modo de producción».8
De manera que será un proceso cuyos primeros pasos parecerán tan débiles que se percibirán como inadecuados para efectuar una transformación, pero cuya lógica continuará conduciendo a transformaciones ulteriores más profundas. Y, por último, se llevará a cabo una «multiplicación de las empresas fabriles y de los instrumentos de producción pertenecientes al Estado».9 La cuestión no es que no vaya a haber apropiación y expropiación de la propiedad burguesa, sino que será un proceso largo que resultará en un debilitamiento gradual de los mercados capitalistas y de la propiedad, a medida que se desarrolle la habilidad de sustituirlos por producción social., no una eliminación abrupta de ellos.
Ese proceso de transformación de la producción privada en producción estatal requerirá, como vimos al inicio de este artículo, de planificación social. En 1878, Engels describió la significación socialista de esta transformación. Reproduzco sus palabras en una cita extensa porque expresan con gran claridad por qué es tan importante para el socialismo poder trascender los mercados.
Al apoderarse 10 la sociedad de los medios de producción, cesa la producción de mercancías, y con ella el imperio del producto sobre los productores. La anarquía reinante en el seno de la producción social es reemplazada por una organización planificada y consciente. Cesa la lucha por la existencia individual. Con ello, en cierto sentido, el hombre se separa definitivamente del reino animal, sale de las condiciones animales de existencia y entra en unas condiciones de vida verdaderamente humanas. Las condiciones de vida que rodean al hombre y que hasta ahora lo dominaban, pasan, a partir de este instante, bajo su dominio y su mando, y el hombre, al convertirse en dueño y señor de sus propias relaciones sociales, se convierte por primera vez en señor consciente y efectivo de la naturaleza. Las leyes de su propia actividad social, que hasta ahora se alzaban frente al hombre como leyes naturales extrañas que lo sometían a su imperio, son aplicadas ahora por él con pleno conocimiento de causa y, por tanto, dominadas por él […] Es solo a partir de entonces, que el hombre construirá su propia historia con plena conciencia; las causas sociales puestas en movimiento por él comienzan a producir predominantemente y cada vez en mayor medida, los efectos apetecidos. Es el salto de la humanidad del reino de la necesidad al reino de la libertad. 11
La argumentación de este trabajo en el sentido de que alcanzar el socialismo .no solo el comunismo. resulta inconsistente con los mercados y la producción de mercancías, y requiere que estos sean sustituidos a través de un proceso de apropiación social de los medios de producción, regulados por la planificación social, deja claro que el proceso de transición no se puede basar en el incremento del uso de los mercados.

El socialismo y la necesidad de un mercado socialista

Marx también escribió sobre la necesidad de un solo tipo diferente de mercado bajo el socialismo:
En correspondencia con esto, en ella el productor individual obtiene de la sociedad -después de hechas las obligadas deducciones- exactamente lo que ha dado. Lo que el productor ha dado a la sociedad es su cuota individual de trabajo. Así, por ejemplo, la jornada social de trabajo se compone de la suma de horas de trabajo individual; el tiempo individual de trabajo de cada productor por separado es la parte de la jornada social de trabajo que él aporta, su participación en ella. La sociedad le entrega un bono consignando que ha rendido tal o cual cantidad de trabajo (después de descontar lo que ha trabajado para el fondo común), y con este bono saca de los depósitos sociales de medios de consumo la parte equivalente a la cantidad de trabajo que rindió. La misma cantidad de trabajo que ha dado a la sociedad bajo una forma, la recibe de esta bajo otra forma distinta.12
En esta cita, Marx está describiendo claramente un mercado, una institución para el intercambio de equivalentes. El tiempo de trabajo empleado por un productor es intercambiado por bienes producidos por una parte equivalente de tiempo de trabajo social de otros productores (aquí por medio del uso de certificados de trabajo). Lo que resulta clave para el funcionamiento de este mercado, sin embargo, es que está enclavado en el socialismo, y este, como hemos visto, tiene necesariamente una producción planificada, regulada para satisfacer las necesidades humanas. Además, los participantes están conscientes de los procesos sociales de los que forman parte y los controlan colectivamente. Se intercambian entonces tiempos de trabajo de productores que comprenden que su labor es parte del tiempo total de trabajo social. Resulta apropiado llamar a este mercado descrito por Marx «socialista», 13 a los efectos de diferenciarlo de los capitalistas, feudales, etc. Este «mercado socialista» es esencialmente distinto de los mercados de trabajo capitalistas, y constituye un gran avance en relación con ellos, desde el punto de vista humano.

El mercado socialista como obstáculo para el comunismo

A la vez que Marx describía cómo el socialismo, una fase del proceso de transición hacia el comunismo, conllevaría necesariamente un solo mercado socialista, veía claramente que este constituía un obstáculo para esa misma transición: «De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía, en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede».14
Los marxistas están casi universalmente de acuerdo en que hay un período de transición del capitalismo al socialismo que incluye sobreponerse a muchas de las relaciones humanas del capitalismo. Sin embargo, Marx se refería a deformaciones que aún existirían en el socialismo, y que representan una barrera para la ulterior transición hacia el comunismo. Señalaré tres formas fundamentales en que ese mercado socialista constituye un obstáculo para la continuación del proceso de transición.
El proceso de intercambio, que es parte del mercado socialista de Marx, en sí mismo conduce a la atrofia de la empatía, la solidaridad, el compromiso, la confianza, la comunicación social, y la toma de decisiones sociales colectivas, todas necesarias para una sociedad comunista. Debe subrayarse que este mercado socialista está en contradicción con otras instituciones del socialismo (de nuevo reflejando su naturaleza transitoria). La planificación y la administración colectiva de las empresas impulsan el desarrollo de esas necesarias características humanas. Esta es la forma más simple y más directa en que este mercado socialista constituye un obstáculo para que los seres humanos se conviertan en sujetos de la historia.
Los mercados tienden a nublar la comprensión de los participantes sobre el verdadero funcionamiento de la economía en que operan. El mercado socialista basado en el intercambio del trabajo social de una persona, por los bienes creados por una cantidad igual de trabajo social de otras personas, crea la ilusión de que se trata simplemente de un sistema de intercambio de productos (vimos que Marx subrayaba que no lo era). La forma contraria de entender esto consiste en ver la producción humana como un proceso totalmente social, en que el producto es más el resultado de la interacción entre los individuos involucrados -debido a la naturaleza inherentemente social y cooperativa del trabajo humano- que el resultado de una sumatoria de contribuciones individuales.15 El mercado socialista obstaculiza la necesaria comprensión de esto. La manera en que Marx y Engels veían la sociedad socialista como una asociación de productores libres, requiere que sus miembros lo comprendan. «Representémonos, a modo de cambio, una comunidad de individuos libres llevando a cabo su trabajo con los medios de producción en común, en la cual la fuerza de trabajo de los distintos individuos se aplica conscientemente como fuerza de trabajo combinada de la comunidad».16 La falta de comprensión de este problema nos conduce a una cuestión teórica más profunda, presentada por Marx, sobre la transición del socialismo al comunismo.
Vimos que este mercado socialista está basado en el «intercambio de valores iguales». 17 Ello, a su vez, se apoya en el concepto de «igual derecho [el cual] en principio [es todavía] derecho burgués».18 El concepto de igual derecho incluye a los productos del trabajo de igual «duración e intensidad, de lo contrario deja de ser un patrón de medida».19 Al reconocer el socialismo ese igual derecho, aunque sea un adelanto en comparación con el capitalismo, en el sentido de que «no reconoce distinción de clase alguna porque aquí cada individuo no es más que un obrero como los demás», aún «reconoce, tácitamente, las desiguales aptitudes de los individuos y, por consiguiente, la desigual capacidad de rendimiento de los obreros como privilegios naturales».20 Para decirlo de otra manera, este proceso de medir de igual manera la producción de los trabajadores, consiste en considerarlos «solo como obreros, no viéndose en ellos ninguna otra cosa, se prescinde de todo lo demás». 21 Los restantes aspectos de su humanidad, que por una parte contribuyen de muchas maneras a la sociedad -aparte de la producción material- y, por otra parte, son los que hacen de los trabajadores seres humanos, no son tomados en consideración. Y ello incluye -en particular cuando hablamos de la distribución del producto total socialmente creado- sus necesidades, algunas son simplemente parte de los obreros, con las que nacen (atención médica, educación, etc.) Hay otras que se deben a las actividades que realizan y enriquecen sus vidas e, incluso, contribuyen a perpetuar la sociedad.
Además, unos obreros están casados y otros no; unos tienen más hijos que otros, etc. Así, dando una cantidad igual de trabajo y, por tanto, una contribución igual al fondo social de consumo, en la práctica uno recibirá más que otro, uno será más rico que otro.22
Considérese el siguiente ejemplo hipotético. Cierta familia tiene dos hijos y uno padece una enfermedad crónica que no le permite realizar trabajos domésticos. ¿Esta familia diría que porque el niño trabaja menos debe recibir menos alimentos? Por el contrario, cualquier familia con sentido humano le dedicaría una parte mayor de sus recursos que al niño saludable, que contribuyó más. Este, por supuesto, es un ejemplo de distribución basada en la necesidad, en oposición al que se fundamente en cualquier forma de contribución o de intercambio de equivalentes.
Para Marx y Engels, esta cuestión del concepto de derecho que subyace en la sociedad, constituía una diferencia esencial entre el socialismo y el comunismo.
En la fase superior de la sociedad comunista […] el estrecho horizonte del derecho burgués [podrá] ser rebasado totalmente y la sociedad podrá inscribir en sus banderas: ¡De cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades!.23
Es así que el mercado socialista, que se basa en el concepto de intercambio de equivalentes, constituye una barrera para el logro del concepto superior de derecho basado en la necesidad que es el que requiere el modo comunista de producción.

Resolución de la contradicción intrínseca de un mercado socialista

En un corto trabajo presentado en mayo de 2006, en la Tercera Conferencia internacional sobre la obra de Carlos Marx y los retos del siglo XXI, en La Habana, Michael Lebowitz consideraba este mismo tema de la argumentación de Marx sobre el obstáculo que representa el mercado socialista para la transición al socialismo, y lo que había que hacer para trascenderlo. 24 Él, como Marx, describió todo esto como un defecto, desde la perspectiva de la sociedad comunista; yo he preferido llamarlo un obstáculo o barrera, porque me ha parecido que estos términos expresan mejor el papel que desempeña al bloquear la dinámica social. Lebowitz definió dos aspectos afines. Primero, que este «defecto» (o barrera) de la propiedad privada de la fuerza de trabajo -o un mercado socialista- es inherentemente contradictorio a otra característica del socialismo: la propiedad común de los medios de producción. Semejante contradicción implica una formación social inestable que, al cabo del tiempo, tendería a resolverse por sí misma, bien avanzando hacia un medio de producción comunista, o retrocediendo hacia un modo capitalista de producción.
El segundo aspecto era que si se aceptaba ese defecto y, sobre esa premisa, se pensaba construir el futuro comunista, acabaría, por el contrario, construyéndose la base para un retorno al capitalismo. No se construye la sociedad del futuro sobre relaciones que son defectos desde su propia perspectiva.
Marx entendía que en vez de construir sobre sus defectos, la cuestión es luchar contra ellos. Cuando se construye sobre defectos inherentes a la vieja sociedad, en lugar de constuir la nueva sociedad, se están fortaleciendo los elementos de la vieja sociedad. 25
¿En qué consistiría esta lucha, concretamente? Para Marx, una lucha por el cambio social presenta dos objetivos dialécticamente relacionados: cambiar las instituciones a que se supeditan las personas y las relaciones entre ellas, así como cambiar la conciencia de las personas involucradas en ese proceso; o sea, la naturaleza social de las propias personas, tal y como existe en ese momento específico.
Sobre la necesidad de cambiar simultánea y dialécticamente instituciones y relaciones humanas, por un lado, y la conciencia de las personas, por el otro, se ha escrito mucho por los que luchan por superar el capitalismo. Quisiera señalar que este mismo proceso conjunto será necesario para superar el socialismo y continuar el movimiento hacia el comunismo. Es particularmente importante pensar esta cuestión hoy día en cualquier país que haya derrocado el poder político del capitalismo y tenga un gobierno comprometido con la construcción del socialismo, mucho antes de que haya alcanzado esa meta, que, como se sabe, lleva un largo proceso de cambios. El objetivo es evitar la construcción de una nueva estructura institucional que refuerce el capitalismo durante este proceso. De manera que antes de alcanzar el socialismo se debe estar alerta sobre ese mercado socialista.
En lo relativo a las instituciones, algunas -por la naturaleza de sus productos, o del concepto de bienestar de la democracia social-, ya funcionan parcialmente sobre la base de la necesidad, incluso bajo el capitalismo. La educación pública gratuita (una de las demandas de Marx y Engels en el Manifiesto) es un ejemplo. El capitalismo la ha establecido porque durante los últimos siglos ha necesitado obreros con una educación elemental. Esta, que se ofrece como parte de la búsqueda de ganancias y, a la vez, sirve a los obreros para su lucha por el autodesarrollo, está limitada en lo relativo a cuánto y para qué les sirve, porque se dirige a proporcionarles habilidades necesarias en la producción moderna y no como pensamiento crítico, auténtico análisis social, toma colectiva de decisiones, etc. Esta fue la tensión subyacente que dio lugar a la amplia lucha por una educación humanista en los países industrializados avanzados durante las décadas de los 60 y los 70, dirigida al desarrollo de las personas en vez de prepararlas para empleos en la sociedad capitalista. Con el ascenso del neoliberalismo, esa lucha sufrió duros reveses. Sin embargo, la educación podría extenderse a una auténtica institución basada en las necesidades.
Lo mismo es cierto respecto a la atención médica gratuita y universal, vista por el capitalismo como algo que sirve a sus propósitos de obtención de ganancias, y también algo que los obreros lograron con sus luchas sociales. En la mayoría de los países industrializados esa atención está siendo parcialmente atacada, con la idea de reducirla a un limitado programa de beneficios sociales para quienes logran filtrarse por las grietas del sistema, en lugar de constituir uno de los derechos humanos basados en la necesidad. De ahí que sea necesaria la lucha político-ideológica para defenderlo y extenderlo, y lograr una distribución y una producción basadas en la necesidad, en aquellas esferas de la economía donde esta idea se puede comprender más fácilmente. En relación con el sistema de atención a la salud, tendría que tener un nivel de servicios óptimos determinado socialmente y al alcance de todos por igual. Para ello, sería necesario eliminar toda opción que suponga pagar más por mejores tratamientos.
El transporte público gratuito constituye un ejemplo de la extensión de la producción y la distribución basadas en la necesidad, a una nueva esfera, aunque es discutible que se comprenda socialmente. La conciencia cada vez mayor del gran desastre que amenaza el medio ambiente, crea la posibilidad de defender esa idea, basándonos en que contribuye a salvar el planeta. En la actualidad, esto tendría que ser financiado por impuestos. Los progresistas no deben fomentar ilusiones en el sentido de que a través de los impuestos a las empresas las personas van a recibir los beneficios gratuitamente porque, por supuesto, esos impuestos serán transferidos a los precios de sus productos o servicios. Por el contrario, es necesario apoyarse en estos temas para crear la conciencia de que un mundo mejor puede construirse solo si las personas, colectiva y democráticamente, deciden (en oposición al modo capitalista) qué parte del total de lo que los hombres producen se va a utilizar para satisfacer necesidades humanas.
Para trascender el socialismo y alcanzar el comunismo se requiere que la sociedad pase paulatinamente del concepto de derecho socialista, que se basa en el intercambio de equivalentes, a un concepto de derecho fundamentado en la necesidad. Esto equivale a la idea de superar la propiedad privada de los medios, de la condición personal de la producción, fuerza de trabajo, con un sistema en el cual el trabajo individual se entienda y se lleve a cabo como parte del gasto socialmente planificado del total de la fuerza de trabajo social.
Nos queda un punto por tratar. Durante mucho tiempo, en los análisis críticos de esa etapa de transición se ha esgrimido el argumento de que las personas no tendrían motivación para trabajar, para producir. Por supuesto que bajo el socialismo, con su mercado, no surge este problema. Si una persona quiere consumir algo más allá de lo que ya se le proporciona colectiva y gratuitamente, puede hacerlo solo contribuyendo al trabajo social. Pero para que el comunismo supere el mercado socialista, y se pase del intercambio de igual tiempo de trabajo a una distribución basada en la necesidad, indudablemente las personas tendrían que tener una motivación distinta para trabajar. Existen dos respuestas para este problema. Primero, podrían trabajar combinando dos concepciones: que la sociedad puede solamente suministrar de acuerdo con las necesidades de las personas si se producen los bienes y servicios, y que como miembro de la sociedad que disfruta de todos sus beneficios materiales y espirituales, es deber de toda persona contribuir a la producción social, de acuerdo con las capacidades de cada cual. Alternativamente, se puede combinar el objetivo socialista del desarrollo humano con el concepto de que los seres humanos se desarrollan por medio de su trabajo. 26 Cualquiera de estos sería suficiente para proporcionar la motivación necesaria para trabajar en un modo de producción comunista cuyo concepto del derecho sea la necesidad y, por supuesto, no son mutuamente excluyentes. Marx se refería a este último fundamento para el trabajo, y a su distinta naturaleza, así como de los seres humanos en un modo de producción comunista, con la bien conocida frase: «Luego de que el trabajo se haya convertido no solo en medio de vida sino en la necesidad suprema de la vida». 27

Conclusiones

Marx y Engels describieron el proceso de debilitamiento progresivo de los mercados capitalistas y de la producción de mercancías como parte esencial de la transición del capitalismo al comunismo. El proceso de sustitución de esos mercados por la planificación económica social y por el autogobierno económico y político colectivo, constituye la clave de este debilitamiento progresivo que caracteriza la fase del socialismo. En sus obras describieron, sin embargo, un mercado no capitalista, sin producción de mercancías, que aún existiría bajo el socialismo. Esto supone el intercambio de la contribución de trabajo social de una persona por bienes producidos por la sociedad, que representan la misma cantidad de trabajo social. Pero, a pesar de que este mercado no es capitalista, y al estar enclavado en una sociedad socialista se vincula con instituciones como la planificación social y el autogobierno de empresas, tiene que ser superado como parte del proceso de construcción del modo de producción comunista. Ese trascender el socialismo debe consistir en una lucha de la sociedad por transformar tanto las instituciones y relaciones involucradas en ese mercado socialista como la conciencia de los miembros de la sociedad. Para trascender el socialismo será necesario, sobre todo, superar el concepto burgués de derecho de intercambio de equivalentes que subyace en el mercado socialista y sustituirlo por el concepto de derecho de «a cada cual según sus necesidades», componente esencial del modo de producción comunista.
Traducción: Silvia Santa María.
Notas
1. Carlos Marx, Capital [1867], Vintage Books, Nueva York, 1977.
2. Federico Engels, «The Dialectics of Nature» [1878], en Marx and Engels Collected Works, v. 25, Editorial Progreso, Moscú, 1976, p. 331.
3. Ernesto Che Guevara, «Planning and Consciousness» [1964], en David Deutschmaun, ed., Che Guevara and the Cuban Revolution. Writings and Speeches of Ernesto Che Guevara, Pathfinder, Sidney, 1987, p. 220.
4. Karl Polanyi, The Great Transformation [1944], Beacon Press, Boston, 2001.
5. En el feudalismo, la mayoría de los mercados abarcaban producciones artesanales. Dejando a un lado la complicada cuestión del papel de los aprendices (que variaba de una localidad a otra y de un maestro a otro, en dependencia del número de involucrados), la producción para el mercado la hacía la persona (o familia) que vendia los productos. Estos mercados eran, por tanto, fundamentalmente distintos de los capitalistas, ya que no había fuerza de trabajo asalariada ni producción de valor agregado, que vinieron a ser, respectivamente, la forma y el objetivo de los mercados bajo el capitalismo.
6. Federico Engels, Anti-Düring, Foreign Language Press, Beijing, 1987, p. 372.
7. Carlos Marx y Federico Engels, «Manifesto of the Communist Party» [1848], en Karl Marx and Frederick Engels´ Selected Works in One Volume, International Publishers, Nueva York, 1977, p. 52.
8. Ídem.
9. Ibídem, p. 53.
10. Engels también se refería a esto como «la apropiación social».
11. Federico Engels, Anti-Dühring, ed. cit., pp. 366-7.
12. Carlos Marx, Crítique of the Gotha Programme, en Karl Marx and Frederick Engels´ Selected Works…, ob. cit., p. 173. Este fragmento de Marx es la referencia más conocida a la imagen que tenía de este futuro mercado socialista, pero no es la única. Por ejemplo, una década antes, en su obra maestra El Capital, había presentado exactamente el mismo sistema de distribución según el tiempo de trabajo aportado, como una forma de reparto de lo producido por una asociación de hombres libres. Véase Carlos Marx, Capital, ed. cit, p. 172.
13. Marx nunca dio un nombre a esta institución o práctica, solo la describió en varias de sus obras.
14. Carlos Marx, «Critique…», ed. cit.
15. Las habilidades productivas de un individuo están también, en parte, socialmente determinadas.
16. Carlos Marx, Capital, ob. cit., p. 89.
17. Carlos Marx, «Critique…», ed. cit., p. 86.
18. Ídem.
19. Ídem. En el socialismo, este principio burgués de intercambio de equivalentes se materializa, como se ha descrito, por medio del efectivo intercambio de contribuciones iguales de tiempo de trabajo social. Bajo el capitalismo, aunque los bienes de igual valor en realidad, por lo general, se intercambian, «el principio y la práctica […] no concuerdan» (ibídem, p. 86), porque lo que realmente se intercambia es un salario, que se recibe, no por el valor creado, sino por el valor de su fuerza de trabajo, por bienes cuyos valores resultan, no del trabajo de su dueño, sino del de otros, valiéndose de las leyes de la propiedad.
20. Ídem.
21. Ibídem, p. 87.
22. Ídem.
23. Ídem.
24. Michael Lebowitz, «Building upon Defects: Theses on the Misinterpretation of Marx´s Gotha Critique», Science and Society, v. 71, n. 4, Nueva York, 2007, pp. 484-9.
25. Ibídem, p. 485.
26. Recuérdese que la teoría de Marx y Engels sobre el desarrollo humano consiste en el desarrollo individual y de la especie, y también en que el trabajo desarrollaba a ambos.
27. Carlos Marx, «Critique…», ed. cit., p. 324.

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