1 Paul Cockshott y Allin Cottrell

Introducción: la subordinación económica de la mujer.

Las naciones de Europa occidental tienen un sistema social que se compone de varias formas diferentes de economía. Los socialistas han sido tradicionalmente más conscientes de los sectores capitalistas y capitalistas estatales. Cuando la gente habla de la economía mixta, se refieren a la mezcla entre estos dos componentes: la industria privada y la industria nacionalizada. Además de esto, y a veces confundido con él, está la distinción entre los elementos genuinamente socialistas de la economía (como el Servicio Nacional de Salud y partes del sistema educativo) y los sectores capitalistas privados y estatales. Estos son vistos como el componente más importante de la economía mixta. Lo que se pasa por alto en esta visión de las cosas es la gran parte que la economía doméstica todavía juega en nuestro sistema social.

Nosotros creemos que, así como la economía capitalista es responsable de un conjunto de desigualdades económicas —las que se producen entre ricos y pobres— la economía doméstica es responsable en última instancia de otro conjunto de desigualdades: las que se producen entre mujeres y hombres.

La economía doméstica está marcada por el desempeño no remunerado de los servicios laborales en la familia. La mayoría de quienes producen directamente estos servicios son mujeres casadas; los no productores que obtienen los beneficios de estos servicios laborales son hijos y esposos. Otra característica de la economía doméstica es que ni los resultados del trabajo ni el trabajo en sí mismo son pagados. Si una esposa cocina una comida para su familia, no se le paga por el tiempo que pasa trabajando, ni se vende la comida. Si los miembros de la familia van a un restaurante, pueden tener una comida idéntica en términos nutricionales, pero su carácter social será bastante diferente. La comida se compra como una mercancía y es producida por empleados asalariados del restaurante.

Debido a que la economía doméstica es esencialmente no monetaria, su contribución al producto nacional no se incluye en las estadísticas oficiales. Sin embargo, si medimos su contribución en términos del esfuerzo realizado, la gran cantidad de amas de casa y otras personas involucradas, y la cantidad de horas que trabajan, podrían convertirlo en el sector más grande de la economía.

La economía doméstica ha sufrido una larga disminución en importancia relativa durante la época capitalista. Cuando los escritores clásicos hablaban de la economía o la oikonomia, hablaban de la gestión hogareña, de la organización de la producción doméstica (véase Tribe, 1978). Una proporción tan grande de la actividad económica tenía lugar dentro de los hogares que Aristóteles consideraba que ganar dinero era una actividad antinatural. Parecía, por naturaleza, oponerse a las actividades productivas normales que ocurren fuera del hogar. Cuando Adam Smith formalizó el pensamiento económico burgués, tuvo lugar una inversión completa. Ahora, la producción para el mercado se consideraba la forma característica de la actividad económica. Esta visión refleja el hecho de que en el sistema capitalista la actividad económica orientada al mercado realmente es superior a la economía doméstica.

Durante los períodos de rápido crecimiento, la economía capitalista se expande a expensas del sector doméstico. Históricamente la etapa más importante de este proceso es el reemplazo de la producción doméstica de alimentos por la agricultura capitalista. En Gran Bretaña, este proceso se completó en los primeros años del siglo XIX, pero en otras partes de Europa el proceso continuó hasta el último cuarto del siglo XX. Irónicamente, las revoluciones socialistas generalmente han ocurrido en países como China, donde la economía doméstica todavía era dominante en la producción de alimentos. En un país capitalista avanzado, el alcance de la economía doméstica se ha vuelto mucho más restringido. Se limita a los campos de: (1) los pasos finales en la preparación de alimentos; (2) el cuidado de bebés preescolares; (3) parte del cuidado de niños en edad escolar; (4) parte de la limpieza y mantenimiento de los hogares; y (5) parte del cuidado de ancianos y enfermos.

Durante el período de desarrollo capitalista se puede ver que la economía doméstica ha perdido casi por completo varias áreas de producción: (1) el cultivo de alimentos; (2) cuidado de animales domésticos; (3) molienda; (4) matanza; (5) preservación de la comida; (6) hilado y tejido; y (7) construcción de viviendas. Todas estas actividades han sido transferidas al sector capitalista. El proceso continuo. Ejemplos son el aumento de restaurantes y la venta de comidas preparadas o rápidas. Estos reducen la cantidad de producción de alimentos realizada por el sector doméstico. La utilización de servicios de colegios pupilos por familias burguesas y de clase media alta es otro ejemplo.

Estas transferencias entre sectores se han producido principalmente porque el sector mercantil es más eficiente. En algunos casos, es cierto, la coerción se usó para anexar tierras y eliminar la agricultura doméstica (cercamientos en Inglaterra, la expulsión de las Tierras Altas en Escocia); pero incluso en aquellos países donde no se ha utilizado la coerción, la agricultura doméstica ha disminuido. El capitalismo produce avances técnicos en todas las actividades que organiza. La competencia entre productores fomenta la adopción de las técnicas más eficientes, y la productividad del trabajo aumenta. Las áreas que alguna vez fueron parte de la producción doméstica ahora tienen mucho menos trabajo invertido en ellas. La mano de obra liberada de ellas ahora está disponible para administrar toda la gama de nuevas industrias y ramas de producción que han crecido en la era moderna.

Aunque todavía se destina mucho trabajo a la producción doméstica, produce relativamente poco en términos físicos. En contraste con esto, la productividad física de la economía de mercado está en continuo crecimiento. Cada vez más bienes se vuelven disponibles en el sector capitalista, mientras que la productividad del sector doméstico sigue relativamente estancada. No está completamente estancado; la mejora de los medios domésticos de producción ha sido considerable. El reemplazo de fuegos de leña o estiércol por estufas de gas o eléctricas, el reemplazo de pozos por agua corriente y de tinas de lavado por lavadoras, significa que ahora se necesita destinar menos mano de obra para llevar a cabo las mismas tareas. Pero estas mejoras han sido externas a la economía doméstica; resultan de la importación de tecnología capitalista. Por sí misma, la economía doméstica nunca mostró mucha habilidad para la innovación.

La economía doméstica también ha perdido frente al socialismo. En los países industrializados es estándar que el Estado brinde educación obligatoria y gratuita para los niños. Esto afecta a la economía doméstica de dos maneras. Hasta cierto punto, reduce el trabajo de la madre, que ya no es responsable de los niños todo el día.

Por otro lado, elimina una fuerza laboral potencial del sector doméstico, ya que los niños son retenidos en la escuela mucho más allá de la edad en la que se esperaría que comenzaran a trabajar productivamente en los sistemas económicos anteriores. Uno de los efectos trágicos de la reversión a la agricultura doméstica en China ha sido la tendencia de las familias campesinas a retirar a sus hijos de las escuelas; son más útiles como granjeros. Una fuerza laboral domestica que es con demasiada frecuencia analfabeta.

Más recientemente, el Estado ha emprendido parte de la tarea de cuidar a los ancianos. A diferencia de las invasiones del sector capitalista, que ocurren espontáneamente, la sustitución del trabajo doméstico por servicios públicos gratuitos requiere decisiones políticas directas. Las áreas de conflicto actual entre los modos de producción socialista y doméstico incluyen la alimentación de los niños (comidas escolares gratuitas) y el cuidado de los bebés (provisión de guarderías). Existe un considerable margen adicional para la extensión del sector semi-socialista a expensas del sector doméstico en las áreas de producción de alimentos, limpieza y cuidado infantil.

Como se indicó anteriormente, en el sistema doméstico, las mujeres casadas suelen realizar trabajos no remunerados para sus esposos e hijos. Esta forma particular de explotación está muy mistificada. Oculto como está en las ideologías del amor sexual y materno, las personas tienden a pasarlo por alto. Debido a su naturaleza muy privada, las contradicciones de clase entre explotador y explotado tienden a aparecer en forma de antagonismos personales. La lucha de clases económica se manifiesta en argumentos, presiones morales, violencia familiar, deserciones y divorcios.

Las luchas de clase económica, incluso aquellas entre empleadores y empleados, parecen a los participantes como disputas básicamente privadas. Lo que hace que una colección de disputas privadas sea un conflicto de clase es cuando involucra a una clase de individuos que comparten atributos comunes y se oponen a otra clase de individuos. Debido a que los conflictos de intereses entre el esposo y la esposa o entre el empleador y el empleado no solo ocurren una o dos veces en casos aislados, sino que ocurren en forma paralela millones de veces, deben reconocerse como conflictos entre clases de personas.

Para los participantes en estas disputas queda claro que estos son problemas de clase cuando las disputas se politizan. Es decir, uno u otro lado exige que se tomen medidas estatales para reparar las quejas. Esto es especialmente cierto en el caso de las contradicciones de clase domésticas, ya que solo en el ámbito político las mujeres pueden cooperar entre sí en grandes cantidades para luchar contra su explotación. En este caso, como en otros, a los explotadores les interesa mantener la contradicción privada y personal.

Toda lucha de clase política requiere un liderazgo con conciencia de clase y un programa de demandas en torno al cual la clase puede unirse. Hasta ahora, quizás el tema más importante en la lucha política de las mujeres ha sido la lucha por el derecho al aborto. Mientras el modo de producción doméstico persista, el control sobre la fertilidad es esencial para las mujeres que desean controlar su propio tiempo de trabajo.

La lucha de las mujeres como clase contra la explotación doméstica puede adquirir un carácter revolucionario solo si su objetivo se convierte en el reemplazo de la economía doméstica por formas más avanzadas de relaciones de producción. A menos que haya una propaganda persistente de formas alternativas para que las personas vivan juntas, preparen la comida, cuiden a los niños y brinden apoyo emocional, no será posible elevar la contradicción entre hombres y mujeres fuera del ámbito personal hasta el nivel político de la lucha de clases. En este sentido, podemos ver la contradicción entre hombres y mujeres como una contradicción reprimida o latente en la política británica.

Creemos que las luchas de las mujeres pueden recibir un contenido revolucionario al presentar una imagen concreta de una forma de vida comunitaria que pueda suplantar a la familia patriarcal actual.

LA COMUNA

              Hay una gran cantidad de funcionarios que no pueden dejar de hablar sobre la “comunidad”. Oímos hablar sobre la atención comunitaria, los programas comunitarios, etc., al mismo tiempo que el desarrollo económico está destruyendo cualquier base orgánica para la comunidad. Una comunidad solo puede existir sobre la base de una actividad cooperativa compartida. En las ciudades actuales vemos, en su mayor parte, no comunidades sino solo áreas residenciales. A partir de estos, la gente sale a trabajar a través de la ciudad o incluso a otras ciudades. En el área donde viven, apenas conocerán a sus vecinos; sus amigos a menudo vivirán en áreas muy diferentes. Las áreas de trabajo y vivienda se separan y las personas conocen a compañeros de trabajo que pueden vivir a millas de distancia. Solo para los niños que van a la escuela local vive la comunidad. Entre las madres, la comunidad de niños encuentra un eco. Pero a medida que los niños crecen, la comunidad con sus compañeros se desvanece.

Esto conduce inevitablemente a una intensificación de los valores individualistas que se adaptan bien al capitalismo, pero son de escaso apoyo al socialismo. Entre los hombres, este individualismo se ve agravado por largos años de paz en los que las generaciones han crecido sin conocer la disciplina y la cohesión de una comunidad militar. Para que el socialismo prospere necesita raíces comunitarias. Necesita comunidades en las que las personas se acostumbren a cooperar y trabajar por el bien común. Pero la comunidad no se puede conjurar de la nada. Necesita apoyo económico real. Debe haber instituciones que unan a las personas para satisfacer necesidades reales y que las satisfagan mejor que las instituciones de la sociedad capitalista.

En los países socialistas, el intento más ambicioso de desarrollar instituciones comunitarias fue durante el período de las comunas populares en China. Este fue el mayor experimento cooperativo de la historia, que involucró a unos 800 millones de personas. Las comunas eran grandes, a menudo con más de 30,000 miembros. Se dedicaron a la agricultura y la industria ligera, y brindaron a sus miembros educación y atención médica. A través de sus milicias, proporcionaron un elemento de entrenamiento y defensa militar. También eran unidades de autogobierno local. En China, las comunas fueron creadas para reemplazar el sistema de economía doméstica en la agricultura, e hicieron posible el desarrollo de programas de mejoramiento de la tierra y provisión social que estaban más allá del alcance de la economía doméstica. Dentro del contexto de la comuna hubo un marcado avance en la posición social de las mujeres.

Si tratamos de aplicar la idea de una comuna a las sociedades industriales avanzadas, obviamente debe modificarse considerablemente. Dado que muy pocas personas trabajan ahora en la agricultura, debemos pensar en términos de comunas urbanas.

Las actividades de las comunas urbanas.

              La función principal de las comunas es reemplazar a la familia. Las comunas chinas reemplazaron a la familia como una unidad agrícola; las comunas urbanas modernas tendrán que reemplazar los roles económicos más vestigiales de la familia burguesa. Dado que gran parte de la actividad económica realizada por la gente de la ciudad tiene como objetivo satisfacer las necesidades de la economía en general, una ciudad o distrito de una ciudad, no tiene el grado de autosuficiencia interna que era típico de las comunas chinas2. Es por esta razón que nos concentramos en su papel potencial en el reemplazo de la economía doméstica. No pretendemos excluir la posibilidad de que principios similares de organización puedan aplicarse en una escala algo mayor en los pueblos pequeños y las aldeas grandes.

Sin embargo, debemos adelantar la siguiente discusión con la seguridad de que no prevemos una colectivización obligatoria. El punto aquí es explorar las posibilidades teóricas para las formas de vida comunitaria; corresponderá a los ciudadanos de la futura comunidad socialista explorar esas posibilidades en la práctica. Las comunas prosperarán solo si pueden demostrar su conveniencia como alternativa a la vida familiar burguesa

Dicho esto, podemos enumerar las actividades alrededor de las cuales la comuna podría desplazar a la familia de la siguiente manera:

(1) Alojamiento

(2) Preparación de comida

(3) Cuidado de niños

(4) Algunas actividades de ocio

(5) Ayudar a las personas mayores

Examinemos estas áreas de actividad y las preguntas que plantean.

La primera pregunta, y una que afecta a todas las demás, es la cantidad de personas en una comuna. Consideramos que es mucho más pequeño que el modelo chino, quizás de 50 a un par de cientos de adultos. Esta elección de tamaño puede justificarse por motivos económicos, tomando a su vez las diferentes áreas de actividad comunitaria.

Alojamiento.

              Asumimos que las comunas proporcionarán vivienda a sus miembros. Ya existen cooperativas de vivienda que hacen esto, pero en estos casos no se intenta invadir la economía familiar. Por lo tanto, en una cooperativa de vivienda la forma física de las casas sigue orientada hacia la familia nuclear. La cooperativa proporciona una serie de casas individuales para hogares miembros. Una comuna debe proporcionar alojamiento a los miembros individuales dentro de una casa comunal más grande.

La vivienda comunitaria en la URSS se asoció con hacinamiento e instalaciones inadecuadas; los pisos comunales eran comparativamente pequeños y no construidos específicamente. Para que la vivienda comunitaria sea una propuesta atractiva, debe ofrecer a las personas tanto espacio privado como puedan obtener bajo una vivienda familiar, junto con el acceso a más espacio colectivo del que podrían obtener en esta última. Asumiremos que cada miembro adulto de una comuna debe tener al menos una habitación para su uso exclusivo. Probablemente sería deseable extender este principio a todos los miembros de la comuna después de la pubertad.

La vida comunitaria obviamente tiene implicaciones para el tipo de edificios en que es adecuada. Los “semipisos” suburbanos o los pisos en un bloque de torres están todos adaptados a la familia nuclear. Las comunas tendrían que desarrollar un nuevo tipo de arquitectura. Durrett y McCamant (1989) ofrecen una discusión reciente interesante y relevante, basada en su estudio del bofoellesskaber danés o de las “comunidades vivas”. Estos arquitectos no prevén el grado de comunalidad que sugerimos, pero su concepto de “co-alojamiento” incluye instalaciones para comidas compartidas y cuidado infantil, junto con tiendas cooperativas, instalaciones de lavandería, cuartos oscuros fotográficos, etc. También es posible aprender de la arquitectura de las comunidades religiosas o universidades (aunque ambos tipos de edificios son básicamente para el celibato, por lo que carecen de espacio para los niños).

Preparación de la comida.

              Suponemos que los miembros de la comuna serán comensales, es decir que comerán juntos al menos parte del tiempo. Esto implica la existencia de cocinas comunitarias y un refectorio, la propiedad o al menos la disposición de equipos de cocina a gran escala, y una asignación de mano de obra para la tarea de preparación de alimentos. Podemos imaginar dos principios básicos sobre los cuales se podría llevar a cabo la organización de la cocina. Ambos son compatibles con los principios comunistas en sentido amplio. En un caso, la comuna emplearía a algunos de sus miembros como cocineros remunerados a tiempo completo, mientras que en el otro caso habría un sistema de lista con tareas rotativas. Volvemos a los méritos relativos de estos sistemas a continuación.

El tamaño de la unidad comunal sería suficiente para justificar una gama más amplia de preparación de alimentos que la que es común en un hogar aislado. Por ejemplo, la producción diaria de pan no es rentable en un hogar individual, pero para 100 personas se vuelve bastante factible.

Cuidado de niños.

              El tamaño de las comunas debería elegirse para ser lo suficientemente grande como para soportar al menos un jardín de infantes y quizás una escuela primaria. Las grandes ventajas económicas de un cuidado infantil comunitario adecuado son obvias. Liberará a un porcentaje significativo de la población femenina de la crianza individual de niños, una actividad con baja productividad laboral. Estas mujeres pueden participar en trabajos sociales de mayor productividad. Al hacerlo, contribuyen más a la sociedad y obtienen un ingreso independiente.

Algunas actividades de ocio.

              Prevemos que las comunas tendrían la riqueza para proporcionar ciertas instalaciones deportivas y de ocio que actualmente están disponibles solo para las clases altas. Una comuna de, digamos, 100 personas deberían poder pagar una piscina, un pequeño gimnasio y uno o dos ponis para los niños. El jardín podría estar equipado con columpios, hamacas, etc. Puede ser económico proporcionar a las salas comunes espacio para tocar música o bailar. Equipamiento como veleros que están fuera del alcance de la mayoría de las personas podrían ser asequibles para una comuna. Una comuna urbana podría ser propietaria de una casa en el campo que los miembros podrían usar en las vacaciones. Podrían tener uno o dos minibuses, un auto y una reserva de bicicletas para proporcionar transporte.

Ayuda las personas mayores.

              La infraestructura básica de la vida comunitaria, como la cocina colectiva, y la presencia de adultos jóvenes en forma en el edificio, sería de gran ayuda para los ancianos. Si los servicios de limpieza y lavandería también se proporcionaran de manera comunitaria, los miembros de mayor rango se beneficiarían de esto sin el estigma y el aislamiento asociados con el ingreso a un hogar separado para personas mayores. Para los miembros adultos más en mejor forma, las actividades de la comuna brindarían oportunidades para continuar desempeñando un papel activo y productivo en la sociedad, en lugar de sufrir la inactividad forzada de la jubilación.

Razonamiento básico en términos de eficiencia.

              La razón fundamental para las comunas es que consiguen economías de escala. Es esto lo que los hace superiores a los hogares individuales. Debido a que el cuidado infantil comunitario ahorra trabajo, es progresivo y puede ser experimentado como liberador. Obviamente, si lo contrario fuera cierto, y la vida comunitaria resultara en un mayor número de horas-persona dedicadas al cuidado de los niños, uno necesitaría otras razones muy convincentes para justificarlo. La eficiencia económica de la comuna tiene dos aspectos: economía en trabajo directo y economía en medios de producción. La economía en el trabajo directo surge porque el trabajo básico de cocinar o cuidar niños no se lleva a cabo en la escala más eficiente dentro de la familia nuclear existente. Cocinar la cena para 50 personas requerirá menos mano de obra que 50 personas que cocinan su propia cena. De manera más realista, podemos decir que cocinar para 50 personas en comunidad requerirá menos trabajo que si estas 50 personas se distribuyeran en unos 20 hogares como lo sería hoy.

La economía en los medios de producción es ligeramente más sutil. Considere el problema de ir al baño. Si se encuentra en una casa británica típica, solo habrá un inodoro, que generalmente está en el baño. Si otro miembro del hogar se está bañando, puede resultar frustrante. Si por otro lado 50 personas vivieran en una casa grande con 20 baños, las posibilidades de que todos estuvieran ocupados serían mínimas. De hecho, debería ser posible reducir la cantidad de inodoros por cabeza y garantizar que siempre haya uno disponible. El espacio y los recursos ahorrados en inodoros pueden estar disponibles para otras actividades.

El argumento que se aplica a los inodoros se puede extender a otros accesorios. Una comuna podría justificar la instalación de una pequeña central telefónica interna y utilizaría menos líneas externas que la población equivalente dividida en casas individuales, cada una con su propio teléfono. El mismo argumento se aplica a los equipos de oficina, como computadoras y fotocopiadoras, que un hogar no podría utilizar adecuadamente, pero que una comuna podría utilizar de manera eficiente. Para un porcentaje dado de sus ingresos gastados en bienes duraderos, los miembros de la comuna tendrán acceso a una gama más amplia de instalaciones que alguien en un hogar individual.

Nuestra sugerencia de que la comuna urbana debería ser mucho más pequeña que la Comuna del Pueblo Chino se basa en el supuesto de que el tipo de economías discutidas anteriormente se agota, con un tamaño de un par de cientos de miembros. En la literatura económica, el concepto de “tamaño económico mínimo” (MES) se refiere al tamaño más pequeño de una fábrica que cosecha todas las economías de escala significativas en una industria dada. El MES puede variar ampliamente entre industrias; por ejemplo, es mucho más grande para la refinación de petróleo que para el moldeo por inyección de juguetes de plástico. Nuestra idea es que, si podemos identificar el MES para la vida comunitaria urbana, entonces no tiene sentido instar a la formación de comunas más grandes que esta. “Lo pequeño es hermoso” puede ser un eslogan bastante gastado, pero está claro que la toma de decisiones democráticas colectivas y la preocupación mutua son más fáciles de lograr en comunidades más pequeñas, y el objetivo de la Comuna es buscar estas ganancias menos tangibles, así como la eficiencia económica.

Sistema de pagos.

              En China, a los miembros de las comunas se les pagaba por el trabajo que realizaban en unidades de trabajo. Estas eran unidades de cuenta internas mantenidas por la comuna. En el momento de la cosecha, las personas tenían derecho a una parte de la cosecha que dependía de la cantidad de trabajo que habían realizado durante el año. Las unidades de trabajo registradas en las cuentas comunales eran distintas del Yuan o la moneda nacional de China. Las unidades anteriores eran un reclamo sobre los recursos de la comuna, pero no daban derecho directamente al miembro a los recursos nacionales. Este principio básico es generalmente aplicable a los sistemas económicos basados en jerarquías de propiedad comunal. Veamos cómo podría funcionar en un sistema de comunas urbanas. El trabajo realizado por los miembros de la comuna se dividiría en dos clases: el trabajo realizado dentro de la comuna y el trabajo realizado para la economía nacional. Esto puede corresponder o no a una división de la membresía en aquellos que trabajan principalmente para la economía nacional y aquellos que trabajan principalmente para la comuna. El trabajo realizado en la economía nacional da lugar a valores en forma de bienes y servicios. Estos bienes y servicios pertenecen, en primera instancia, a la gente de la nación en su conjunto y la comunidad nacional asigna fichas laborales a quienes han realizado el trabajo. Estas fichas laborales permiten que quienes hayan realizado el trabajo obtengan de las tiendas bienes de valor equivalente. Se plantea la pregunta: si un miembro de la comuna trabaja para la economía nacional, ¿se le acredita personalmente las fichas laborales nacionales por el trabajo realizado, o se le acredita a su comuna estas fichas?

En principio, se puede utilizar cualquier sistema. Si las personas reciben las fichas laborales nacionales, la comuna les cobra una tarifa de membresía. En el segundo caso, el trabajo realizado por los miembros de la comuna se trata como propiedad de la comuna. De manera similar, el trabajo realizado por los empleados de un subcontratista en una economía capitalista es propiedad del subcontratista. Si J&M Consultants PLC proporciona servicios de consultoría al gobierno, el gobierno paga a J&M, no a los empleados de J&M. Luego, a los empleados se les paga una parte después de que J&M haya obtenido su ganancia.

En el caso de la comuna, no habría explotación involucrada, pero se aplicaría un principio similar: el producto del trabajo “exportado” a la economía nacional pertenece a la comuna en su conjunto, no a la persona que realizó el trabajo. La ventaja de este procedimiento es que pone el trabajo interno y externo a la par. Si realizo un día de trabajo en las cocinas comunales o si realizo un día de trabajo en la economía nacional, la comuna me pagará como individuo en las unidades de trabajo comunales. Estas unidades se pueden usar para pagar las cuotas de mi comuna, para pagar las comidas en el refectorio de la comuna, o convertirlas en fichas laborales nacionales al tipo de cambio vigente. Mencionamos el tipo de cambio porque no es evidente de inmediato que las comunas puedan canjear unidades de trabajo internas a la par con las fichas laborales nacionales.

Primero considere la comuna como un todo. Suponga que la comuna misma se acredita con fichas laborales nacionales por la cantidad total de horas de trabajo externo realizado por los miembros de la comuna durante el período contable dado. Los impuestos nacionales pueden aplicarse de forma individual o colectiva. Como estamos trabajando bajo el supuesto de que los ingresos domésticos de fichas laborales se pagan directamente a la comuna, también asumiremos que la responsabilidad tributaria se trata colectivamente. Según este sistema, el ingreso bruto de la comuna, en fichas laborales nacionales, es el total de horas de trabajo externo realizado por los miembros de la comuna. Su ingreso neto después de impuestos es igual a su ingreso bruto menos la obligación tributaria nacional total de los miembros de la comuna durante el mismo período. Después de realizar sus compras colectivas de bienes nacionales, a la comuna le queda un fondo de distribución. Esta es la cantidad total de fichas laborales nacionales disponibles para su distribución a los miembros de la comuna, para que las personas puedan comprar bienes nacionales por sí mismos.

Ahora considere el miembro de la comuna individual. Si la comuna trata todo el trabajo a la par para sus propósitos de contabilidad interna, simplemente podemos sumar las horas que trabaja dentro y fuera de la comuna para llegar a su contribución laboral total. Digamos unas 36 horas para la comunera Jane. Ahora tenemos que calcular la obligación del miembro con el fondo colectivo de la comuna. Este fondo debe cubrir los desembolsos externos mencionados anteriormente (impuestos nacionales y compras colectivas de bienes nacionales), pero además debe cubrir cualquier necesidad laboral interna colectiva, como la provisión para los miembros no productores y la comunidad básica. Se evalúa su participación individual para una parte de este fondo, digamos 12 horas. Luego se le acreditarán unidades de trabajo disponible por un valor de 36 menos 12 = 24 horas. Ella puede usar estas unidades de trabajo para comprar bienes y servicios comunales no básicos (es decir, aquellos que no son provistos por derecho de membresía, sino que se cobran por separado, como, por ejemplo, comidas o cortes de cabello). O puede convertirlos en fichas laborales nacionales para comprar bienes producidos externamente. Aquí es donde surge la cuestión del tipo de cambio.

Supongamos que nuestra comunera Jane desea convertir 16 horas de unidades de trabajo comunales en fichas laborales nacionales. Otros miembros también querrán convertir algunas de sus unidades de trabajo. Frente a una cierta demanda total de tales conversiones, ¿en qué condiciones la comunidad podrá canjear sus unidades de trabajo internas a la par con las fichas laborales nacionales? Esto depende de la relación entre la demanda total y el fondo de distribución de la comuna discutido anteriormente. Si estas magnitudes son iguales, no hay problema: la demanda de fichas laborales nacionales, a un tipo de cambio de 1 por 1, es igual a la oferta disponible. Las divergencias aleatorias temporales entre las demandas y el fondo de distribución tampoco tienen por qué ser un problema, siempre que la comuna tenga a mano una reserva de fichas laborales (tal vez en forma de un depósito de ahorro; consulte el capítulo 7) Pero si existe una discrepancia persistente, la comuna no podrá ofrecer la conversión libre de unidades de trabajo a la par. Si la demanda excede el fondo de distribución, entonces la comuna tendrá que “devaluar” la unidad de trabajo. Por ejemplo, si el fondo de distribución tiene un valor de 1000 horas nacionales, mientras que la demanda equivale a 1200 unidades de trabajo por período, el tipo de cambio sostenible es de 1.2 unidades de trabajo internas por boleto de trabajo nacional.

Si examina este tema más a fondo, puede ser útil discutir un conjunto ilustrativo de cuentas laborales comunales, como se muestra en la Tabla 12,1. Como podemos ver en la tabla, el total de unidades de trabajo disponibles será igual a la suma de (a) el fondo de distribución (discutido anteriormente) y (b) el trabajo interno no básico total realizado. (Para la definición del último término, consulte la nota de la tabla). En el ejemplo, su valor común es 2200 horas, pero la igualdad aquí no es una característica especial de los números ilustrativos elegidos: se deduce de las relaciones de contabilidad establecidas, siempre que el fondo colectivo de la comuna esté en equilibrio, con contribuciones totales equivalentes al gasto total.

Dado un fondo colectivo equilibrado, ahora podemos ver lo que se requiere para un tipo de cambio sostenible entre las unidades de trabajo comunales y las fichas laborales nacionales. Los comuneros solo pueden hacer dos cosas con sus unidades de trabajo disponibles: gastarlos en el producto del trabajo interno no básico, o convertirlos en fichas laborales nacionales3. Entonces, si el gasto de los miembros de unidades de trabajo en bienes y servicios internos no básicos es igual a la cantidad de trabajo acreditado en esta esfera, entonces la demanda de conversiones en fichas laborales nacionales será igual al fondo de distribución disponible, y el tipo de cambio de 1 a 1 es factible. En la Tabla 12.1, hay 2200 unidades de trabajo disponibles, hay un fondo de distribución de 1000 y se han acreditado 1200 horas por trabajo interno no básico. Si 1200 de las unidades de trabajo disponibles se gastan en el producto del trabajo interno no básico, la demanda y oferta de fichas laborales nacionales será igual a 1000.

El trabajo interno “básico” se refiere al trabajo cuyo producto está disponible para los miembros de la comuna en forma de derecho, mientras que el producto del trabajo interno “no básico” se “comercializa” a los miembros a través de débitos específicos a su cuenta de unidades laborales disponible.

Aquí, entonces, están las tres condiciones requeridas para una tasa de cambio sostenible de 1 a 1: la comuna debe hacer sus cuentas correctamente; debe ejecutar un fondo colectivo equilibrado (en promedio); y debe presupuestar tanto trabajo interno no básico como exigen los miembros de la comuna. Una persistente escasez de fichas laborales distribuibles, en relación con la demanda a un tipo de cambio 1 a 1, debe indicar la violación de una o más de estas condiciones. Por ejemplo, supongamos que la comuna otorga más crédito por el trabajo no básico en las cocinas de lo que “recauda” como pago por las comidas; entonces habrá un exceso de demanda de conversiones en fichas laborales, lo que obligará a la tasa de cambio de la unidad de trabajo por debajo de la parida. Esto podría ser un simple problema de contabilidad. Quizás las comidas tienen un “precio” demasiado bajo en unidades de trabajo; esto podría ser fácilmente rectificado. Por otra parte, puede haber un problema de asignación sustantivo. Si se dedica demasiado trabajo a las cocinas de la comuna en relación con la demanda de comidas comunales, esto requiere una redistribución real del tiempo de trabajo de los comuneros.

Asumiendo el pleno empleo en la economía externa, esto no tiene por qué ser un problema. La comuna no necesita actuar como “empleador de último recurso”, eliminando el exceso de mano de obra en sus actividades internas, y de hecho no debería hacerlo si quiere mantener su unidad de trabajo a la par.

Todos estos argumentos presuponen que la comuna está tratando el trabajo interno y externo a la par con fines contables. Es decir, la comuna ha decidido acreditar a los miembros con una unidad de trabajo por hora, independientemente de si trabajan dentro de la comuna o en la economía nacional. En ese caso, el tipo de cambio debería ser la unidad, y cualquier presión sostenida fuera de la paridad indica un error en la contabilidad o en la asignación de la mano de obra. Pero, en principio, la comuna podría optar por valorar el trabajo externo más o menos alto que el interno. Digamos que los miembros de una comuna en particular debían estar de acuerdo en que el trabajo externo es menos atractivo que el interno y, por lo tanto, consideran justo pagar una prima por el trabajo externo. La coherencia requiere que la tasa de cambio de la unidad de trabajo esté en línea con la tasa utilizada para fines contables, entonces, si la comuna pensaba que una prima del 10 por ciento en trabajo externo era adecuada, entonces un miembro que trabajara una hora en la economía nacional debería recibir 1.1 unidades de trabajo, y el tipo de cambio para las conversiones debería ser 1.1 unidades de trabajo comunal por ficha laboral nacional. Dado que uno de los objetivos de la comuna es romper la división sexual del trabajo y ayudar a establecer una presunción de igualdad humana, no recomendaríamos tal política; simplemente lo notamos como una posibilidad.

Distribución de tareas.

              Las comunas podrían seguir dos principios en su distribución de tareas. En un caso, un miembro de la comuna podría tener tareas asignadas permanentemente. La comuna podría tener trabajadores de mantenimiento a tiempo completo, cocineros a tiempo completo, cuidadores de niños a tiempo completo, etc., y otros miembros trabajarían a tiempo completo para la economía nacional. En el otro extremo habría una rotación de tareas, entonces una persona podría ser un cuidador de niños un día, un jardinero al siguiente, y pasar los siguientes tres días trabajando en la economía nacional4.

Hay ventajas y desventajas en ambos enfoques. La rotación de tareas reduce el riesgo de que las personas sean encasilladas en roles determinados sexualmente, pero con tareas asignadas permanentemente, las personas pueden obtener una mayor competencia en su trabajo. Una forma radical de rotación de tareas pondría una restricción a la economía nacional. La eficiencia de los proyectos en la economía nacional podría verse afectada si no pudieran contar con que sus miembros se presenten cada día hábil.

El status legal de las comunas.

              Las comunas pueden poseer edificios y aquellos medios de producción que sean adecuados para la producción doméstica. Esto incluiría equipos de cocina, hornos, máquinas mezcladoras, etc. Además, el equipo de transporte ligero, como automóviles y camionetas, podría pertenecer a la comuna. Se supone que alquilan tierras de la agencia pública de tierras. Puede ser conveniente que las comunas tengan derecho a celebrar contratos con organismos públicos. Obviamente, deben poder celebrar contratos para suministrar mano de obra a la economía nacional, pero también pueden contratar para ejecutar proyectos completos5 utilizando trabajo comunal. Esto implicaría que la economía nacional les prestó otros medios de producción. Por ejemplo, una comuna podría llevar a cabo el servicio de entrega de leche a un área de la ciudad y se le prestarían carros lecheros para ese propósito.

Política pública.

            En cuanto a la formación de comunas, como mínimo debe haber una agencia creada para reunir a las personas que desean formar comunas, una especie de “oficina de matrimonio”. Más allá de esto, los fondos públicos podrían estar disponibles específicamente para alentar la formación de comunas. Se les podría dar existencias de casas de propiedad pública o se les podría otorgar crédito para construir nuevas viviendas comunales diseñadas específicamente. La política fiscal podría adaptarse para favorecer a las comunas sobre las estructuras familiares nucleares. Por otro lado, si las comunas realmente producen ganancias sustanciales de eficiencia sobre la vida familiar y, por lo tanto, pueden ofrecer a sus miembros un nivel de vida más alto, no está claro que también necesiten disfrutar de un status oficialmente favorecido a largo plazo. Sin embargo, puede ser que un gobierno socialista desee fomentar la experimentación y superar el conservadurismo social a través de una política de transición que favorezca sistemáticamente a las comunas.


1  Esta publicación no se corresponde con ningún artículo aislado de Paul Cockshott o Allin Cottrell, sino que es una “recopilación” hecha por nuestro colectivo de los apartados de Toward as New Socialism (1993) concernientes a la superación del patriarcado y la emancipación de la mujer. Concretamente, hablaríamos de la suma del último epígrafe del capitulo 1 y la totalidad del capítulo 12. Todo el contenido está extraído de la traducción al español de Sergio Píccolo.

2  Los “Street and lane” chinos en la ciudad tenían una función económica y política similar a la de la comuna en el campo.

3   Es posible que las personas no quieran gastar todos sus ingresos en cada período, pero suponemos que no pueden ‘ahorrar’ sus unidades de trabajo comunales como tales. Si uno desea ahorrar, primero debe adquirir fichas laborales nacionales. (Sobre formas de ahorro, ver capítulo 7.)

4 Marx y Engels previeron este tipo de rotación, en La ideología alemana (1947, págs. 22) de una sociedad comunista en cual uno podría «por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar».

5  Para una discusión más detallada sobre la noción de ‘proyecto’ y la distinción entre un proyecto y la ‘empresa’ socialista tradicional, vea el capítulo 14.

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