Poco conocidos: las teorías de vanguardia de los marxistas Pat Devine y David Laibman para la planificación democrática de la economía

Autor: Jakob Heyer, enlace al original

Los debates sobre las posibles estructuras básicas de un modo de producción post-capitalista, en lo general, y sobre una planificación democrática, en particular, como los que son llevados a cabo en ak1, son de agradecer. La discusión actual sobre concepciones modernas del socialismo cae esencialmente en un socialismo utópico contemporáneo, el cual se caracteriza por su abstracción, por un lado, y en un socialismo de mercado, por el otro, el cual no es capaz de superar la estructura sustancial del modo de producción capitalista como economía de mercado. Justamente frente a este trasfondo es que resaltan los argumento en favor de una economía planificada democráticamente.

La palabra clave »Economía Planificada« despierta recuerdos negativos: sobre-centralización, falta de eficiencia, autoritarismo y burocratización. La experiencia histórica del socialismo real del siglo 20 ha desacreditado hasta nuestros días al incumplido proyecto socialista – un proyecto que se vuelve cada vez más necesario para la clase trabajadora global y para la supervivencia humana sobre el planeta Tierra. ¿En qué tanto se diferencian por tanto nuestras concepciones presentes sobre una economía planificada democráticamente de las experiencias históricas del siglo pasado? Concuerdo con Bernd Gehrke en referencia a su artículo en ak-Debate, de que es necesaria una reflexión sobre la historia de la economía planificada. Cualquier modelo contemporáneo de un modo de producción post-capitalista debe medirse no únicamente con las problemáticas fundamentales del modo de producción capitalista, sino también con los diferentes intentos en la construcción de un modo de producción comunista, en tanto su superación sea plausible.

Bajo esa perspectiva, el problema de los izquierdistas locales es su poco conocimiento del debate que ya se ha desarrollado extensamente en el espacio anglo-parlante, recogiendo justamente estas demandas. Específicamente, desde la caída de la Unión Soviética los economistas marxistas de este espacio han desarrollado y discutido teorías modernas de un modo de producción comunista como economía planificada democráticamente, sobre la base de la reflexión más amplia derivada de la experiencia histórica como de los debates económicos.

Si bien en este país tanto el »Parecon« de Michael Albert y Robin Hahnel como el socialismo computarizado de Paul Cockshott y Allin Cottrell han obtenido al menos cierta recepción, los que a mi parecer son los modelos de mayor vanguardia de Pat Devine y David Laibman han pasado completamente desapercibidos2. En reflexión sobre los problemas fundamentales del comunismo histórico, es decir, acotando al socialismo de Estado y de mercado, estas teorías operacionalizan una economía democráticamente planificada, la cual supera a las fuerzas del mercado a través de la planificación, y la cual adicionalmente debe incorporar conocimiento local e implícito. Sus modelos son por tanto caracterizados por no volver absolutos los niveles centralizados o descentralizados ni los procesos políticos o técnicos, sino que los utilizan como meros elementos mediadores para la planificación.

Incertidumbre subjetiva

Un concepto fundamental de la Crítica de la Economía Política Marxista no es solamente que la producción capitalista es un objetivo en sí misma, siendo la acumulación de capital su fuerza motriz, sino también que ésta es producción privada: el universal e interconectado trabajo social es llevado a cabo bajo la forma de trabajos privados independientes, cuya conexión será transmitida ex-post a través del valor. Haciendo reflexión sobre las nuevas ideas y praxis del socialismo de mercado de su tiempo, el economista marxista Maurice Dobb (1900-1976), al cual hacen referencia Devine y Laibman, resalta este fundamento conceptual: junto a una incertidumbre necesaria y objetiva que surge de la espontaneidad humana o las circunstancias naturales, existe en el capitalismo una incertidumbre no necesaria y subjetiva, la cual surge de una estructura económica en la cual a pesar de existir una dependencia global los elementos operan como si fueran independientes entre sí.

Devine llama a ésto el gobierno de las fuerzas de mercado. Las economías de mercado – entre las que están incluidas el capitalismo y el socialismo de mercado – implican, por tanto, inestabilidad (cíclicla), polarización, alienación, en resumen, la imposibilidad de un control democrático y consciente de la totalidad económica. Pero dado que la incertidumbre subjetiva, esta ignorancia intencional al nivel de la sociedad en su conjunto no es necesaria, entonces puede ser superada. A través de la planificación, es decir, la consciente coordinación ex-ante de actividades económicas independientes en consonancia con necesidades democráticamente determinadas.

Conocimiento local

Un sistema de planificación central que desde el nivel central dicte ordenes de producción de arriba hacia abajo – como en el socialismo de Estado histórico o en nuevos tiempos con los medios de la moderna tecnología informática promovido por el modelo Cockshott/Cotrell –, no puede resolver en su totalidad los problemas de las economías de mercado. Esto debido a que los actores económicos disponen de conocimiento local e implícito, el cual es específico en el tiempo y el espacio, se materializa en la praxis y contradice la agregación y su traducción en esquemas formales. En resumen: ningún plan central puede conocer de la totalidad de los procesos detallados a nivel descentralizado y por tanto tampoco los puede dirigir adecuadamente (y mucho menos democráticamente). Cualquier modelo de pura planificación central desestima esta necesaria imperfección del conocimiento en el nivel central. El único tratamiento adecuado de un sistema de planificación con la existencia de conocimiento local e implícito es su incorporación. Los agentes económicos deben ser capaces de actuar de manera descentralizada dentro de un sistema de planificación, lo que también implica relaciones horizontales entre ellos.

Sin embargo, la existencia y necesidad de incorporar conocimiento local e implícito no significa que la totalidad interconectada económica deba capitular al atomismo, la irracionalidad y la ignorancia provenientes de las fuerzas ciegas de una economía basada en el mercado, en la cual frente a la dependencia entre todos los elementos y actores estos se vean forzados a operar de manera independiente y des-coordinada. De la existencia del conocimiento local no se concluye la necesidad de anarquía de la producción. La dicotomía del famoso esquema de socialismo de mercado de Alexander Nove entre una planificación vertical y central, por un lado, y un mercado horizontal y descentralizado, por el otro, es abstracta y falsa.

Particularmente, Devine argumenta: se debe diferenciar entre fuerzas de mercado e intercambios de mercado. La idea central es: los intercambios de mercado pueden y deben integrarse en un modo de producción post-capitalista, para que los actores económicos puedan actuar de manera descentralizada y en base a sus conocimientos locales. Por tanto, las fuerzas de mercado pueden y deben ser superadas de manera simultánea mediante un sistema integral de planificación centralizada y descentralizada. Tanto el – democráticamente controlado – plano central de la sociedad en su conjunto, como el plano descentralizado sectorial son necesarios y deben recibir su lugar y función adecuados3.

Finalmente, especialmente bien formulado en el modelo de Laibman: sobre la base de las posibilidades integrales de las modernas tecnologías de la información, las unidades locales deben formular sus propios planes detallados y crear sus propias relaciones horizontales con otras unidades locales en relación a objetivos macro determinados de manera democrática en el plano central de la economía. El continúo flujo de la información y la conexión entre los niveles, la transparencia completa y también la posibilidad de intervención del centro democráticamente controlado, deben entonces permitir la consistencia entre los niveles centralizados y descentralizados, entre la planificación global y la autonomía y espontaneidad local.

Adicionalmente, es necesaria una racional, es decir, planificada estructura de precios e incentivos, la cual refleje la totalidad de los costos sociales y ecológicos (es decir, incorporar las externalidades y correspondientes tasas de agotamiento de recursos naturales) y que los objetivos sociales y ecológicos sean incorporados desde un principio en la estructura de incentivos de las empresas. Estas posibilidades de la economía planificada no están disponibles en ningún sistema de mercado espontáneo, y se vuelven cada vez más relevantes con el trasfondo de la crisis ecológica que va en aumento.

¿El mercado capitalista por la puerta trasera?

»¡Cuidado!«, pensarán algunos. ¿Con los intercambios de mercado no estaremos trayendo de vuelta al mercado capitalista en nuestro modelo? Yo pienso que no. Ya que en un sistema integral de planificación centralizada-descentralizada estamos lidiando con un contexto económico fundamentalmente diferente. Existe una continúa coordinación ex-ante, es decir, planificación en los niveles centrales y descentralizados – y no la socialización de producción privada ex-post en el mercado. La incorporación de conocimiento local en el sistema de planificación demanda la cooperación horizontal entre empresas. Estas relaciones de mercado tienen por tanto poco que ver con la función del mercado en el capitalismo o en el socialismo de mercado. Estamos lidiando entonces con una sociedad comunista, »no como se desarrollaría partiendo de sus propios fundamentos, sino al revés, como surge de la sociedad capitalista, y por tanto en cada relación económica, moral y espiritual aún se encuentra impregnada con las marcas de nacimiento de la sociedad previa, de cuyo seno proviene«, como formuló Karl Marx.

Los modelos de Devine y Laibman aspiran también, en contrapartida con los modelos de planificación de Albert/Hahnel y Cockshott/Cottrell, no solamente a una adecuada relación entre los niveles centrales y descentralizados, sino también entre los procesos técnicos y políticos. Sin embargo, también existen diferencias significativas entre ellos: Devine con su »negociación coordinada« se sitúa en mucha mayor medida sobre la base de un proceso puramente político que Laibman, el cual con su »Coordinación Democrática Iterativa de Multinivel« implementa adicionalmente »herramientas paramétricas«, las cuales optimizan el proceso económico y deberían volverlo práctico.

Seguramente no se ha dicho la última palabra sobre un modo de producción capitalista con Devine y Laibman. Existen todavía muchos vacíos, críticas aplicables y consideraciones relevantes, entre otros provenientes de defensores de otras visiones de modos de producción postcapitalista. Se debe reflexionar sobre éstas. Aún así, a mi parecer ninguno de los otros modelos se basa en una labor tan sustancial de las experiencias históricas y los debates económicos como los de Devine y Laibman. La izquierda local debería apropiarse de estos modelos de planificación democráticos, no solamente para devolver fuerzas al actualmente descafeinado proyecto socialista, sino también para desarrollar estas ideas a través de su crítica.

Notas

  1. Nota del traductor: se refiere a la publicación alemana original en la que se publicó el artículo.
  2. Véase, por ejemplo, Pat Devine (1988): Democracy and Economic Planning, David Laibman (2001): Contours of the Maturing Socialist Economy, adicionalmente Science & Society, Vol. 66, No. 1 (2002).
  3. Devine y Laibman se mantienen con esta afirmación en la tradición del comunismo de izquierda de Richard Müller y Karl Korsch, que insistía en la mediación entre los niveles centrales y descentralizados, entre la economía planificada y la autogestión de los trabajadores. Particularmente en Korsch está muy bien planteado que debe existir un control democrático sobre los frutos de la producción y sobre el proceso de la producción en ambos niveles, es decir, el nivel de la sociedad en su conjunto y el nivel sectorial.
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